DESDE LA BARRERA. Tercera Entrega

Esta vez con unas horas de retraso, pero aquí está la tercera entrega. Espero la disfruten y sea de su agrado y disfruten al máximo.

Por cierto, un aviso a propósito de la tauromaquia que aquí se trata, tanto para los que están a favor como para loa que están en contra, les pido paciencia y sigan hasta el final el desarrollo de los hechos, hay sorpresas agradables y ciertas.

¡Hasta la próxima!


III.


Este era el tercer funeral que le tocaba celebrar a Chío, hacía ya dos años que había enterrado a su abuela y ahora, sola, presenciaba el de su padre, que murió más de pena que de otra cosa, y aunque Chío era su tesoro más valioso, su corazón tenía tanto dolor que no resistió las dos embestidas tan duras y seguidas que le propinó el toro de la vida, y terminó por retirarse.

Chío sentía tanta soledad y dolor que ya no percibía aquella mezcla de duelo e incertidumbre que experimentó con la muerte de su madre que le hacía sentir miedo a que con el tiempo pudiera sufrir más su ausencia, ahora ya sabía que más sola no se podía estar y que más tristeza ya no había más por llegar, ahora sentía toda la pena y nada de temor, lo que no hubiese querido nunca, había llegado, ya no acechaba ninguna amenaza más.

Chava fue informado del deceso y decidió viajar al pueblo para acompañar en los funerales a Chío, junto con sus padres y los dos fieles trabajadores domésticos; fuera de los actos exequias concurridos por la gente del pueblo, (considerando pueblo no a todos los habitantes, claro, sino a los mismos de siempre, a la gente común a Chío y a los Arámburu), Chava no habló con su distante amiga, ya sabemos que eso no hubiese sido prudente y Chío hubiese salido muy perjudicada en su reputación que ahora debía cuidar con mayor esmero.

Chava, una vez terminados los actos funerarios, volvió de inmediato a la Ciudad para continuar con sus estudios, cursaba ya el segundo año de la licenciatura en Derecho y sus padres estaban llenos de ilusiones y de planes para él.

Tenían en mente a dos o tres señoritas de lo que se acostumbra a llamar “buena familia”, es decir, acaudalada, y estaban decidiendo la decoración de lo que iba a ser el despacho del Sr. Licenciado Salvador Arámburu.

Para tales efectos, habían encargado madera de caoba para forrar las paredes interiores del despacho y habían mandado a fabricar un enorme escritorio en madera de roble, combinado con unos elegantes asientos tallados y forrados en rojo, el resto de los muebles era de la misma madera, incluyendo el enorme librero, que por ahora estaba vacío, pues eso le correspondería a Chava llenarlo con los opúsculos que le fueran útiles. La nota de claridad la daría una enorme lámpara de cristal de Bohemia para el techo, decidieron que la calidad de los materiales eran suficientes para cumplir con el decorado exquisito sobrio y de buen gusto, por lo que no añadieron nada más y todo fue ordenado con tiempo para que fuera realizado con delicadeza y estuviera acabado justo cuando su vástago se titulara.

Chío, vivía muy dignamente del oficio heredado de su madre, la costura, junto con la práctica privada de los bailes españoles también heredado de su progenitora constituían los pilares de su actividad diaria. Vivía en la misma casa, ahora sola, lo decidió así ante el ofrecimiento de unos parientes de su mamá de vivir con ellos en la Capital, pero Chío no se lo pensó dos veces y prefirió quedarse en la soledad de su casa; pensó que total, para hacer lo mismo, para vivir encerrada y sólo salir cuando sus familiares la invitaran o estuvieran dispuestos a acompañarle, mejor permanecía encerrada en su casa sintiendo al menos ahí dentro la libertad que da el domicilio propio de recorrerlo sin la preocupación de estar incomodando a alguien.

Además, tenía una cabeza muy bien asentada, que se suele decir en este pueblo, y así, teniendo el valor de quedarse, no levantaba suspicacias entre su gente que pudiera especular sobre cualquier conducta licenciosa que pudiera practicar en la Capital, fuera de la vista de sus coterráneos, en cambio, quedándose no corría el riesgo de tener que volver al pueblo y someterse a las sospechas de su gente.

A diferencia de su ahora distante amigo Chava, que estudiaba a la vez que descubría la vida en solitario y separado temporalmente de sus padres, podía descubrir libremente el mundo, conocer gente y sobre todo seguir con su afición favorita: los toros.

Entrenaba en sus tiempos libres en alguna ganadería local, cuyos dueños eran amigos de su familia y alguna vez, compartía esta actividad con algún torero que estuviese tentando vaquillas, la posición y la actividad de su padre le daban esa ventaja que no cualquier taurófilo tiene.

Estudiaba mucho, estaba convencido de que la abogacía era lo suyo y procuraba abrevar cualquier conocimiento que en un futuro cierto y cercano le serviría para convertirse en un buen abogado, ejercería muy bien su carrera en su Pueblo y estaba verdaderamente ilusionado con todo ello.

Aunque así era, lo cierto es que a Chava tampoco se le ocurrió pensar sobre qué materia legislativa enfocaría su actividad; cuando se enteró de que la especialidad que ofrecía su facultad era la notarial, se sintió conforme y pensó que a él le vendría bien, pues no era descabellado que pudiera ejercer, algún día, como el fedatario público de su Tierra.

Esto impidió que Chava se planteara lo que el resto de sus compañeros, es decir, los demás que no se veían como notarios, sino como abogados especializados en alguna otra rama del Derecho y que se sentían preocupados por lo que tendrían que hacer para afinar sus conocimientos con algún tipo de especialización extra que tuvieran que realizar en algún otro centro de estudios.

El encontrar idónea la preparación notarial, también permitió que Chava evadiera, consciente o inconscientemente, el sueño de cualquier estudiante de Derecho: el de acudir a los tribunales defendiendo ¿Qué causas? ¿las del pueblo? ¿Cuál pueblo? ¿El pueblo de los ricos o el de los pobres? Combatiendo injusticias, ¿Cuáles y cometidas por quiénes? Menos mal que la cuestión notarial la encontró espontáneamente idónea, porque realmente, ni él mismo podía saber qué tipo de sueños profesionales debía tener Chava cuando echaba a volar su imaginación.

Chío, en cambio tenía un comportamiento ejemplar, vivía encerrada en su casa, solamente entraban las damas solas o acompañadas de sus hijos pequeños a quienes Chío les confeccionaba modelos. Solamente salía para hacer la compra en el mercado, actividad que le permitía estar al día de lo que acontecía fuera de su casa mientras ella cumplía con sus horas de encierro; cuando acababa, volvía a recluirse; los domingos iba a misa y después de ésta, vuelta a su claustro, era una chica inteligente, no daba a nadie motivos para hablar mal de ella.

Durante un par de horas por la tarde, a eso de las cuatro, quien pasara por su puerta, podía escuchar el ruido de las castañuelas, la música y el zapateado y la verdad es que la gente se admiraba de la velocidad con la que sonaba este último, tan veloz, que parecía el rápido picoteo de un pájaro carpintero.

Por la mañana y un poco por la noche, los sonidos que salían de la casa de la joven beata eran los de la máquina de coser. No se escuchaba más, era una buena chica, que si no se hubiera quedado tan sola, seguramente que un buen muchacho se hubiese interesado por llevarla al altar. Era una pena que su completa orfandad la condenara a la soltería.

Se necesitaba de un auténtico caballero andante con la fortaleza espiritual suficiente para resistir la suspicacia residual del pueblo, sí, sí, residual, la chica nunca había dado motivos para que la gente pensara mal de ella, pero esta circunstancia, tampoco era garantía plena de que se haya comportado decentemente al cien por cien, siempre existe alguna probabilidad que alguna vez se haya echado una canita al aire que haya podido escapar de testigos oculares.

El común de la gente hubiese considerado la llegada de dicho caballero andante a la vida de Chío como un hecho muy afortunado, pero, si uno lo piensa bien, lo sería sólo si era un verdadero corazón amoroso y bondadoso, pero si no, a lo mejor no lo era tanto, piénsese en todo el agradecimiento perpetuo al que tenía que estar sometida la muchacha con su valiente caballero por haberla liberado de su soledad y tener el valor de enfrentar a los mal pensados, eso era muy de agradecerse, tanto agradecimiento podía pesar como pesa todo lo que es a perpetuidad, tal vez estaba mejor sola que bien acompañada.

No todas eran tan exageradamente mojigatas en el pueblo, las que tenían padres, y sobre todo, hermanos varones, podían permitirse un poco más de libertad, pues tenían quien abalase su honorabilidad. Ese era el caso de una antigua y conocida niña del lugar, que, desde hacía como tres años cuando recién llegó a la adolescencia y después de los festejos tradicionales por el decimo quinto aniversario de su nacimiento, sorprendió a todos cuando empezó a salir todos los días, muy temprano, antes de entrar al colegio, a ejercitarse trotando en la plaza del pueblo.

Enfundada en ropa y zapatos deportivos, dejó a todos desconcertados con su nueva actividad atlética, a ninguna mujer se le había ocurrido antes hacer tal osadía.

La niña en cuestión parecía no enterarse del revuelo y los comentarios que levantó con su nueva actividad. Tampoco sus padres dieron muestras públicas de estar de acuerdo con ella, ni de lo contrario, sólo esta familia sabía si lo aprobaban o no, pues en público no demostraban nada, por lo que el pueblo estaba todavía más intrigado acerca de la ocurrencia de esta atrevida chica ¿será que va para casquivana? Todo el mundo decidió esperar antes de soltar la lengua adelantando cualquier tipo de respuesta a esta pregunta.

A Chava también le sorprendió lo de la muchacha deportista, y tal vez, como todos, pensaba que su afición deportiva le iba a durar lo que dura la aurora, pero Chava se sorprendió todavía más, aunque la cuestión le divertía, pues que cuando iba de vacaciones al pueblo, la chica no había abandonado su rutina deportiva y por lo que se veía, no pensaba hacerlo.

- ¿Qué? - Preguntó Chava en confianza a su padre, y sin que lo oyeran los castos y puros oídos de su madre, - ¿ya se soltó el chongo ésta?

- No, no al menos que le conste a nadie del pueblo, sigue igual que siempre; dicen que uno de los hijos de don Humberto, el más pequeño, se las quiso dar de galán conquistador delante de la gente y que la chica le contestó que era muy poca cosa para ella, que ni lo soñara. Desde entonces los mantequeros la odian porque todos los presentes se carcajearon en la cara del muchacho.

Chava estaba divertidísimo con el relato, le parecía surrealista y se imaginaba al mantequero sangrón dándoselas de galán y la cara que se le debió de haber puesto cuando lo rechazaron en público.

- Pues sí que es rara la niña ésta. ¿No estará loca?

- De atar, pues vaya ocurrencia. Pero ahí la tienes, sigue con lo mismo.

- Esa es otra que se va a quedar a vestir santos igual que la pobre Chío, pero lo sorprendente de la corredora es que lo hace por voluntad propia, sí, debe de estar loca.

- Chava –dijo en tono serio el padre, ya cambiando de tercio, - me han comentado nuestros amigos ganaderos, ya sabes, los Bonany, los Deulofeu, los Vizcarra, que algún fin de semana has estado en sus ganaderías, sobre todo cuando tienen tientas y que hasta alguna vez te has animado a tentar alguna vaquilla.

- Sí papá ¿algún problema? ¿alguna queja?

- No, no, para nada, todo lo contrario, dicen que lo haces bastante bien, incluso don Javier Deulofeu y los Bonany me han manifestado su deseo de que les tientes las vaquillas alguna vez que les falte algún torero para hacerlo.

- ¿En serio? Mira, a mí no me han comentado nada.

- Claro, primero me lo han comentado a mí, para ver qué opinaba

- ¿Y qué opinas?

- ¿Tú tienes clara tu vocación?

- ¿Qué te preocupa? ¿Si hay algún peligro de abandonar la carrera para irme a la guerra?

- Pues sí, francamente estoy un poco preocupado, además que esto se lo he ocultado a tu madre, por obvias razones, pero no me gusta ocultarle nada que esté relacionado contigo.

- No papá, no voy a dejar la carrera, pero lo que sí te digo, es que disfruto mucho con mi afición a los toros y el hecho de que me dejen tentar alguna vaquilla me parece un verdadero privilegio.

- Si no descuidas los estudios, por mí no hay problema, el problema es tu madre, no sé si lo debe saber o no, se preocuparía mucho, primero, por tu seguridad e integridad física y segundo, pues también por temor a que dejes inconclusa la carrera.

- No te preocupes papá, yo hablo con ella.

La verdad es que Doña Fátima no se quedó tranquila cuando su hijo le contó sobre sus actividades lúdicas, pero Chava, a pesar de seguir estando bajo el patrocinio de sus padres, era ya un hombre y no se le podía prohibir ya nada, su madre, entonces, no tuvo más remedio que aceptarlo y encomendarlo a Dios para que lo protegiera de cualquier percance, lo único que le tranquilizaba era que se trataba de vaquillas, menos pesadas y menos poderosas que los toros.

Cuando Chava estaba de vacaciones en el pueblo, acompañaba a sus padres a misa, costumbre que cumplía a cabalidad en la ciudad, sobre todo, cuando ésta se celebraba en la capilla de las ganaderías que frecuentaba. En misa era la única ocasión que podía saludar ceremoniosamente a Chío, cuando la homilía concluía, claro.

Es aquí en donde la diferencia entre la forma de ser de una mujer y la de un hombre se deja ver, lo cierto es que Chío seguía lamentando profundamente, desde hacía ya mucho tiempo, el no poder tener esos momentos tan entrañables con Chava como aquellos que tuvo durante la niñez; la verdad es que se sentía muy triste cuando veía a Chava por momentos y no poder disfrutar de su conversación ni por un minuto y cuando esto pasaba, se sentía todavía más sola.

No es que estuviera enamorada de Chava, o tal vez sí, era lo de menos, tenía ya tan asumido que con ella no iba a compartir su vida una persona como Chava y estaba tan sola, que no podía distinguir qué tipo de tristeza tenía, si la del vacío que deja una amistad que se va, o la de un amor imposible, y cada vez que se lo encontraba en misa se quedaba con la misma congoja.

En cambio Chava, no es que no le importaran los sentimientos de Chío, sino que era que ¿cómo explicar? Los asumía, pero de distinta manera, le hubiese gustado poder seguir compartiendo algunos momentos con ella, pero muy pronto dejó de sentirse abatido por esta situación, y cierto es que no se planteaba la posibilidad de que la muchacha lo estuviera pasando mal después de cada encuentro con él en la iglesia.

Tampoco era que le importase poco, es sólo que le parecía tan normal su actitud, que otro proceder le hubiera resultado extraño, así que era fácil que Chava confundiera el semblante de una persona que cuida su honor y su honestidad con el de una persona triste; a Chan Chava, ni siquiera se le ocurría la posibilidad de que Chío se sintiera desafortunada.

- Mamá, ¿Chío tiene novio?

- No, que yo sepa, creo que su caso es bastante difícil. ¿por qué lo preguntas?

- Por curiosidad – dijo haciendo un gesto tranquilo y sinceramente despreocupado.

- ¿No estarás interesado en ella, no?

- Que no mamá, es sólo curiosidad, lo que pasa es que me llevé tan bien con ella…

- Sí, pero de eso hace mucho, así que no sé por qué te viene esa curiosidad, no te debe interesar, primero porque a ti te conviene otro tipo de muchacha y, segundo, tampoco me parece justo que la vayas a perjudicar, déjala tranquila que Dios te lo premiará.

- Que no mamá, que no me interesa, es sólo curiosidad por alguien que alguna vez fue mi amiga.

- Pues sigue así, es lo mejor, sobre todo para ella.

El padre de Chava escuchaba la conversación sin darle ninguna importancia, y en cuanto el tema se hubo finiquitado, entonces preguntó:



- Y ¿hay alguna persona que te haya interesado? ¿has conocido a alguien?

- Serio, no, todavía no.

- Mejor, porque yo ya he pensado en dos que pudieran interesarte, las dos de buena familia y muy bonitas.

- Mamá, no me busques novia, que me siento como un títere inútil, por favor, y tampoco te quiero contradecir, deja que sea yo el que elija.

- Si yo no me..

- A ver, por favor, - interrumpió Don Salvador bajando extremadamente la voz – esto mejor lo hablamos a puertas cerradas.

- Sí

- Sí.

Al llegar a casa, Chava dio un abrazo fuerte y un beso cariñoso a su madre, y le dijo entonces

- Mamá, yo te quiero con toda el alma, y por eso no quiero que me busques pareja, porque podría no gustarme a mí y no quiero contradecirte en algo como eso, me dolería mucho que nos distanciáramos por un tema como ese.

- Está bien, pero prométeme que serás responsable para elegir.

- Bueno, mamá, sí, trataré siempre de buscar mi felicidad y la de ustedes, lo haré pensando en la felicidad de todos, no te preocupes.

- ¿Procurarás que sea decente y que forme parte de nuestra condición social?

- Sí mamá ¿no pretenderás que me case con una de apellido Chay, no?

- Pues eso es lo que te quiero decir, la gente de nuestro entorno es la más fiable, no lo olvides.

- No lo haré – dijo ya en tono tranquilizador, consiguiendo dejar a Doña Fátima, un poco más tranquila.

- Ay hijo, sólo porque siempre has sido una joya de muchacho puedo sentirme un poco menos preocupada, si no, entre tu afición a los toros y la incertidumbre de la pareja que vas a elegir, es para volverse loca.

- Bueno, ya basta, que me aburren estos temas romanticones – dijo don Salvador, que de romántico tenía poco, - Chava, no nos has dicho qué te parece el diseño de tu futuro despacho que hemos hecho tu madre y yo.

- Me encanta, digno de un notario ¡un notario!, sí, creo que estaría bien, ¿tú qué posibilidades le ves de que me haga con una notaría?

- ¡Todas! – dijo decididamente el padre, arrancándose una carcajada de gusto – y qué bueno que me lo dices, desde ya, comenzaré a mover los hilos que hagan falta para que el Abogado Salvador Arámburu sea el primer notario de este pueblo.

Doña Fátima también estaba entusiasmada con la idea y cuando Chava se retiró, la orgullosa madre exclamó a su marido, uniendo las manos en el pecho y sin poder ocultar su emocionada felicidad:

- ¡Notario!

- ¿Ves mujer? Te preocupas de más, si tienes a todo un notario delante de ti, ya puedes estar más tranquila ¿no? Deja al muchacho hacer sus cosas, verás que lo va a hacer muy bien. Sabe lo que le conviene. Y no le estés cortando las alas ni con Chío ni con nadie, a ver si me lo vas amariconar.

- ¡Salvador! Yo no le deseo mal a nadie y por eso, prefiero que se mantenga alejado de Chío, pues de lo contrario, sólo se conseguiría el perjuicio de la muchacha, pues ni Chava tendría algo serio con ella, ni yo lo permitiría y la gente la señalaría a ella.

- Está bueno pues, no te enojes.

Aprovechando los últimos días de vacaciones, Chan Chava se dio una vuelta por el pueblo, hablando con los conocidos de forma informal. En estas charlas ocasionales y distendidas se enteró de varias cosas que le parecieron indignantes. Eran noticias que tenían que ver con aquél que en la escuela le llamaban el Rojo.

Se enteró de que el muchacho había estado “mal inquietando” a la gente del pueblo y que muchos trabajadores estaban exigiendo aumento de salarios y que se les incluyese dentro del Programa de la Seguridad Social y del Plan de Jubilaciones, cosa que a Chava en lo personal, le parecía que eran cosas que viciaban la buena evolución de la economía del pueblo y del país, en general.

- Esto solamente fomenta el paternalismo, y con ciudadanos menores de edad mental, la economía nacional no puede prosperar, es el temor que da el perder el empleo por no hacerlo bien, lo que moviliza a la mejor mano de obra y hace que todo se haga con el mayor esmero posible, y eso, se nota en todos los ámbitos de la vida.

- Estoy de acuerdo, -respondió el hijo mayor del mantequero-, mira el caso de nuestras familias, han trabajado y se han ganado a pulso lo que tienen, por ejemplo, ayer mi padre, estuvo hasta las dos de la mañana preparando unos documentos que va a presentar a las autoridades relacionados con el sector del cacahuate, en cambio, los trabajadores, cumplen su jornada de ocho o diez horas, y no vuelven a dar golpe sino hasta el día siguiente.

- Pues claro, y quieren que el tiempo que no estén trabajando, los demás les paguemos el médico, casa, y le aseguremos que van a pasar una feliz vejez, pero son incapaces de pedir más horas extras para hacer méritos y que algún día se puedan pagar ellos mismos todo eso.

El hijo mayor del mantequero no mentía, era verdad, su padre se había pasado la noche entera redactando una propuesta para los legisladores nacionales en las que planteaba unos cambios a la Ley de Alimentos Básicos, cambios que consistían en liberalizar el cultivo, la venta y la distribución de estos artículos de alimentación. Además, pedía que se abolieran los aranceles de algunos tipos de cacahuate importado.

- Oye, ¿y entonces que va a pasar aquí en el pueblo? ¿cómo es que permiten que el Rojo siga azuzando a la gente y metiéndole malas ideas?

- Tiene mucha labia, pero desde lejos se le ven las intenciones, ese vive bien del negocio de su papá, lo que quiere es figurar, a ese, le importa un bledo el bienestar de la gente, y si no, ¿por qué en la zapatería de su familia no tiene contratado a más de los dos ayudantes que tienen? Si tanto quieren al pueblo ¿por qué no contratan a más gente para que puedan vivir de su salario?

- Ni de lejos se aproximan al número de empleados que tienen nuestras familias trabajando, pero claro, este lo que es, es un vivales.

- Lo que debemos hacer es poner un taller de zapatería que le haga la competencia para que le mantenga ocupado tratando de conservar a la clientela y se deje de tonterías.

- No sería mala idea si el condenado fuera un zapatero normalito, a la gente le gusta su trabajo, y no sé si cambiarían de zapatería.

- Todo es cuestión de explicarle a la gente las intenciones de este tipo, y que se den cuenta de que es un peligro para la paz del pueblo.

- No sé, no sé, la gente está contenta con los trabajos que le encargan, yo creo que por ahí no funcionaría la cosa.

Esto último, el hijo del mantequero lo escuchó sin darse cuenta de que a sus espaldas se acercaba el susodicho desagradable, así que al oír repentinamente la voz de quien tenía detrás, sorprendiéndole de tal manera que se quedó un poco preocupado de no saber qué tanto había escuchado el Rojo.

- ¿Qué tal, chicos? ¿Confabulando?

El hijo del mantequero no le contestó, le odiaba, Chava no le odiaba menos, pero era mucho más diplomático y mucho más político, así que le contestó:

- Para nada, mi estimado Emilio, ¿Cómo estás? – le preguntó ofreciéndole la mano, ante la mirada furiosa de su contertulio, que observaba la escena silenciosamente.

- Bien, ¿y tú qué cuentas? –le contestó el saludo de la misma manera. Al soltarle la mano, inmediatamente le dio una ligerísima y rápida palmadita en el hombro al enfurruñado descendiente del cacahuatero para cumplir con las normas de la buena educación, al mismo tiempo que acompañaba el saludo con un amable pero escueto: - ¿quihubo?, - pregunta que no obtuvo más respuesta por parte del hijo del mantequero, que un movimiento simultáneo de labios y cabeza que aunque no se entendió nada, era un gesto suficiente para que el Rojo se diera por contestado.

- ¿Qué? ¿de vacaciones?, -volvió a dirigirse el Rojo a Chava.

- Eso.

- Pues nada, que sigas bien.

- Lo mismo.

- Adiós.

Cuando el tal Rojo se había alejado, el hijo del mantequero le reclamó en tono irónico:

- ¡A todo dar! muy bonito le saludas.

- Lo cortés no quita lo valiente.

- Sí, sí, tú sigue con tus cortesías y verás que te va a quitar, lo valiente y algo más. A ese ¡ni agua!

- Que no hombre que no, yo sé de qué va él y de qué voy yo, y con negarle el saludo no adelanto nada, además, es mejor tenerle cerca para vigilarle mejor.

- En eso sí tienes razón.

Cualquiera que hubiera visto el intercambio de saludos entre Chan Chava y el famoso Rojo, no hubiese visto diferencia alguna: jóvenes los dos, ninguno de mal ver, casi de la misma estatura, altos, delgados y educados, el que desentonaba con la civilizada escena era el otro rencoroso.

- ¡Vaya! entre el que se acaba de ir y la que anda por aquí, ya me han estropeado la mañana, lo siento Chan Chava, me hubiese gustado seguir platicando contigo pero por lo visto hoy se han puesto de acuerdo los indeseables para salir a lucir su humanidad – dijo mientras señalaba con la punta de la barbilla a la corredora madrugadora que estaba atravesando la plaza con su madre y con el morral de la compra, despreocupadas que iban las dos ignorando el desprecio que suscitaban en el joven, - me voy, que quiero proteger la salud de mi estómago y salvarlo del chot nac que está a punto de entrarle.

Chava volteó a ver a donde le había indicado el gesto del otro y se volvió al mismo con expresión divertida:

- Anda ve tranquilo.

Chava, al no tener ya con quien hablar, se dirigió a casa, que estaba a unos cuantos pasos de la plaza, al llegar se encontró que su padre estaba solo en el salón de estar, leyendo el periódico.

- ¿Has leído al crítico taurino que sustituyó a Don Juan Antonio? Chava.

- Sí, está bien, pero la verdad, creo que Don Juan Antonio era mejor.

- Hombre, don Juan Antonio sabía mucho, no sólo de toros, sino de todo lo que le rodea, era un hombre de mucha cultura y era un sincero taurófilo, hay que reconocerlo.

- Sí. – y tras un breve silencio, Chava continuó: - oye papá, ¿te ha vuelto a dar problemas el Rojo?

- ¿El hijo del zapatero? ¿el tal Emilio?, pues que yo sepa no, después de que corrí al indígena alzado aquél y le subí tres veces más el salario a Pedro, no me ha vuelto a molestar.

- Ah, es que estuve conversando con uno de los mantequeros.

- Ah sí, parece que anda mal inquietando a sus trabajadores, creo que a él le soltó un rollito de cumplimiento de la Ley laboral, que si era lo mínimo que se debía cumplir y tonterías parecidas, pero Don Humberto sabrá ponerlo a raya, a él y a esos huiros mal agradecidos.

- De todas formas, tú no deberías confiarte, nunca se sabe si está tramando algo soterradamente.

- El Alcalde ya está puesto sobre aviso, y ya los tiene en la mira, los estamos vigilando a él y a su padre también.

- ¿El zapatero también anda de argüendero?

- Al parecer no, pero si no aquieta a su hijo, pues lo justo es que él también corra la misma suerte, él lo ha educado, así que también él es responsable.

- Pues viéndolo así, tienes razón.

- De todas formas, desde aquél día del incidente con los trabajadores, decidí hacer caso del consejo del Alcalde, como te dije antes, al indígena igualado aquél lo eché a la calle, para que sirva como ejemplo de las malas consecuencias que acarrea un mal comportamiento y a Pedro, a ese lo premié por obediente, así, queda clarito que por las buenas, conservan el trabajito y por las malas…

- Ahora, lo que sí debes cuidar es la legalidad, los patrones están obligados a dar de alta a sus trabajadores a la Seguridad Social y a pagarles el ahorro de jubilación.

- Eso si están contratados definida o indefinidamente, yo a nadie he ido a buscar para emplear, todos los trabajadores del rancho han venido a suplicarme empleo, yo se los he dado con las condiciones claras, no hay contrato, sí hay en cambio, salario justo, ocho horas de trabajo y el que quiera horas extras, cuando lo necesito, las tiene y muy bien pagadas, si quiere otro tipo de contraprestación se puede ir a buscarlo a otro sitio, sin problema alguno, ni me voy a enfadar ni nada, santas pascuas.

- No está mal, pero, la Ley Laboral obliga y aunque les hayas hablado claro sobre las condiciones de trabajo y ellos las hayan aceptado libremente, no te exime de responsabilidad y si te cae una inspección, no te libras de una multota.

- Tienes razón, además, el Alcalde está ya a punto de concluir su mandato, y para este proceso electoral anda sonando fuerte un tal Macías.

- ¿Sí? ¿no es el del POC, el Partido Obrero Campesino?

- Sí, lo están apoyando los campesinos, y quién sabe, puede ser que de una callada manera también los obreros, estamos temiendo que tenga muchos votos de todos los empleados del pueblo. Además, dicen que el Rojo ha estado en muchas reuniones de campesinos con el POC.

- Pues razón de más para hacer las cosas con cuidado papá, no vaya a ser que gane y se ande con tonterías.

- Tranquilo, seguiré tu consejo.

Don Salvador veía con satisfacción los consejos del futuro abogado, le tranquilizaba notar los conocimientos que ya iba obteniendo en la Universidad, sin embargo, ahora era él quien le enseñaría algo que no le iban a enseñar los catedráticos.

- Mira Chava, los inspectores no van a llegar a donde no se les ha llamado, y si llegan, llegan previo aviso con tiempo suficiente para prepararse bien y pasar la inspección ¿entiendes? – preguntó el Salvador veterano con una media sonrisa y los ojos entrecerrados.

Chan Chava no estaba muy seguro si eso era correcto o no, pero por una extraña razón  no cuestionó si se ajustaba a las normas éticas, supuso que lo de la moral era relativo y terminó por eludir la distinción entre ética y moral.

- Sí, pero con un Alcalde que esté más del lado de los campesinos que del nuestro, puede traernos muchos problemas, además el Rojo es listo, me consta, hay que tener cuidado con el POC si anda el Rojo a su lado.

- No te preocupes.

- Tienes que tener cuidado, es verdad que la Ley Laboral tiene sumido al País en la pobreza, necesita una reforma a fondo, pero mientras no se haga, ten mucho cuidado.

- Sí. No te preocupes, de todas formas, me tranquiliza que ya estés al tanto de esto, algún día, todo quedará en tus manos, y es bueno que estés muy al corriente de todo.

Bien hacía Chava en preocuparse por el Rojo, era un individuo que aprendía rápidamente de sus errores, después del rifi rafe que tuvo con el ganadero Arámburu y las maledicencias que despertó en el mantequero, se anduvo más discreto, pero no menos combativo, trabajaba en el taller de su padre, pero en sus tiempos libres, oía a la gente pobre de su pueblo adoptivo, escuchaba a la clase media y participaba en las actividades del Partido Obrero Campesino.

En términos generales, no era mal muchacho, se indignaba por el estado de precariedad en la que vivía la mayor parte de la gente. Reprobaba la forma en la que se aprovechaban de ellos los adinerados, debido a la situación de extrema necesidad en la que se encontraban y le desesperaba la actitud pasiva de los miembros de la clase media.

A esta última le culpaba del atraso democrático del pueblo y del país en general, pues había observado que aunque este estrato social cada vez pasaba más apuros, eran incapaces de enarbolar reivindicación alguna, y mucho menos, solidarizarse con los más pobres, antes, al contrario, preferían ponerse del lado de los potentados en un afán de querer alcanzar el mismo status, mediante una sumisión y aquiescencia equivocada.

Por eso, al Rojo tampoco le caían simpáticos ni los Arámburu, ni los mantequeros, y, también le disgustaba Chío, como perteneciente a esa clase media cobarde, aunque nunca había cruzado palabra con ella, pues en el colegio habían coincidido muy poco, y después, Chío vivía en el aislamiento.

El resto del día, Chava se la pasó entrenando el toreo de salón; al Chel ya lo tenía bien enseñado a embestir con el carro y lo ocupaba por las tardes horas y horas. Durante las vacaciones del muchacho, el todo uso Chel, se dedicaba más bien a pasar por su cintura de ida y vuelta, para capote, muleta y estoque, los patrones lo permitían porque se trataba de las vacaciones de su hijo, total, que el empleado ya volvería a sus labores cuando las vacaciones de Chava terminaran, aunque la verdad, ninguno le había preguntado jamás al Chel si quería hacer esa labor a la que realmente no estaba obligado; a ninguno se le ocurrió jamás que al Chel, el hacer de toro le resultara un infierno, como los patrones lo veían bien, daban por hecho que el empleado disfrutaba con la actividad impuesta.

- Chel, necesito ensayar más el volapié, a ver, tú quieto, sujeta fuerte la carretilla.

Cogiendo el estoque con la diestra, y con la otra mano, la muleta, con el rostro que manifiesta esa concentración torera, los labios involuntariamente abultados el ceño ligeramente fruncido y con decisión, se volcó con los pies centrados y empuñando con fuerza el estoque. En ese momento, el estoque rebotó, y los cuernos de la carretilla se le clavaron en el vientre.

- ¡Chel!, ¡fíjate, ya me clavaste!

- Si me fijé Don Chavita, el que no se fijó de lo que hacía era usted.

- ¿Ah no, y por qué lo dices?

- Yo, como lo haría el toro, me he fijado en el engaño, y usted lo tenía a la altura de su panza y pues ahí fue la cabeza del toro.

- Ah, caramba, - dijo ya asombrado el aficionado.

En ese momento arribaron al patio los padres de Chava, preocupados por el grito que había pegado éste.

- ¡Chel! ¡Ten más cuidado, hombre! – dijo Doña Fátima.

- Tranquila mamá, él ha hecho lo que debía porque yo así se lo pedí, es buen entrenador, no me ha pasado nada serio, tranquilos y déjennos, por favor, que vamos a seguir, estoy bien, no se preocupen, - insistió Chava al ver que Doña Fátima tenía toda la intención de quedarse a supervisar la labor del Chel.

Finalmente, Don Salvador que para esas cuestiones en la educación de su hijo era más de pata pa´lante, tomó suave y cariñosamente del brazo a su esposa y la condujo hacia el interior de la casa.

- Vamos, mujer, están bien, no le ha pasado nada, no te preocupes, déjale.

Quien viera la escena desde fuera de la plaza, que no desde el tendido, juraría, que el Chel, le había dado una sincera lección a su patrón, por su bien, para que éste aprendiera correctamente y le previniera de sustos con los toros de carne y hueso y no como sutil y elegante desquite por obligarlo a hacer algo “sin contar con su menda pa´ná”, y pensaría también que Chan Chavita defendió al Chel por justicia, porque él agradecía que el Chel estuviese haciendo su trabajo como debiere y no porque supiese que si sus padres se enfadaban con el sirviente, no le dejarían entrenar más con él y sería muy difícil encontrarle un digno sustituto, además de que este entrenamiento intensivo con carretilla y carretillero tan bueno sólo podía tenerlo en vacaciones, pues de sus amigos aficionados sólo podía esperar que le hicieran el favor alguna vez y por un rato pequeño y no tan bien ejecutado.

Si la escena se hubiera visto desde el tendido, las razones de la cornada y las razones de la defensa al carretillero no estarían ni mínimamente claras. Si se veía desde el enfoque del empleado, a lo mejor se tomaba como una venganza, y si se veía desde el lado de Chava, tal vez lo viera como puro egoísmo, sólo ellos sabían las razones de su proceder.

- Vamos Chel, otra vez.

- Si Don Chava, pero no se olvide del engaño, que yo miro a donde miraría el toro.

- Quieto, y agarra fuerte.

Y así, repitió la suerte, hasta que logró coordinar el manejo del estoque con el de la muleta a la vez. Al final del entrenamiento, la mano la tenía hecha polvo, aunque nada de cuidado, y el vientre bastante golpeado.

- Me dejaste molido, Chel.

- Disculpe patrón, no fue mi intención, de todas maneras, a lo mejor era bueno que hiciera ejercicio con pesas para poner fuertes las muñecas.

- Lo hago, pero la verdad es que la suerte suprema casi nunca la practico, cuando tiento alguna vaquilla, no la ejecuto, la simulo, por obvias razones, por eso es que no estoy tan entrenado como lo estoy con el capote y la muleta.

Así se pasó el resto de las vacaciones, hasta que llegó el momento de las despedidas, a Doña Fátima, como siempre, le costaba contener el llanto cada vez que se despedía de su hijo, lloraba como si no lo fuera a ver hasta dentro de mucho tiempo, aunque sólo tuviera que esperarlo algo más de tres meses para tenerle de nuevo vacacionando en casa.


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