DESDE LA BARRERA. Quinta entrega

 

V.

Un curso escolar más transcurrió, Chava había ya avanzado más de la mitad de la carrera y ahora se encontraba en el período vacacional del estío, como todos los años, los pasaba al lado de sus padres, en el pueblo, practicando, de la misma manera de siempre, su toreo de salón, con la ayuda del de siempre: del Chel.

De Chío puede contarse también lo mismo, sus actividades rutinarias no habían variado su vida, coser, bailar solitariamente y hacer la compra casi a diario; los domingos, a misa, vuelta a su encierro y el lunes volver a comenzar.

Nadie sabía si Chío estaba conforme o si esa rutina carcelaria le hacía sufrir, nadie se lo había preguntado nunca, nadie se preguntaba si necesitaba cariño, compañía, o simplemente alguien con quién hablar largo y tendido o si le apetecía tomarse un café con compañía, la verdad, era que como daba nulos motivos para hablar de ella, la gente se olvidaba de su existencia casi por completo.

El arte flamenco lo tenía ya tan dominado, que era una experta en todos los palos de esta danza, las castañuelas las tocaba con maestría a fuerza de ensayar puntualmente todos los días, salvo los domingos que los dedicaba al culto religioso, única actividad lúdica, y cuando llegaba a casa después de haber cumplido como católica, le quitaba el polvo a los recuerdos más preciados de sus padres: el traje de luces azul y oro que estaba dispuesto en una vitrina del salón de estar, terno que llevaba ya muchos años ahí exhibiéndose y que la familia lo guardaba como recuerdo cuando su padre toreó una vaquilla en una ganadería local un día de fiesta.

Para esa ocasión, un joven y soltero Juan Antonio, había conseguido el traje de luces, era de segunda mano y bastante desgastado, pero fue el que pudo pagar y con él se sintió verdaderamente torero y muy contento de poder calmar sus ansias de matador.

En una mesilla que estaba justo al frente del traje taurino, estaba una preciosa pieza de Lladró que Don Juan Antonio había comprado para su esposa en una tienda de la Ciudad. La pieza representaba un cuadro tradicionalmente flamenco, bailaora con traje de cola arrodillada y bailaor plantado con garbo detrás de ella.

Chío quitaba con gran dedicación el casi nulo polvo que había depositado en estas dos piezas, mientras escuchaba, bien sea “La Leyenda del Beso” o “Sobre las Olas”, la buena música siempre la había acompañado en sus horas más felices y en sus momentos más solitarios.

A Chava le saludaba muy formalmente en misa durante los períodos vacacionales y no volvía a saber de él sino hasta el siguiente domingo que volvía a encontrárselo en la iglesia.

Así transcurría el verano en el pueblo, la novedad que en su momento causó el temerario proceder de la corredora, había ya perdido su frescura y la gente se había acostumbrado a la rutina de verla. Tanto es así, que las cotillas guardianas damas inspectoras y vigilantes de la moralidad y las buenas costumbres se habían cansado ya de pegarse los heroicos madrugones para poder espiarla desde sus ventanas y vigilar si la deportista hacía algo más que correr, hasta que se convencieron que “la loca” en cuestión no hacía más que darle un determinado número de vueltas a la plaza del pueblo que para esas horas de la mañana estaba ya completamente despejada.

Completamente despejada estaba porque también los varones necios del pueblo se habían aburrido ya de acudir todas las mañanas para ver si la muchacha les daba alguna alegría sexual; no sabían exactamente qué tipo de alegría podía ser ésta, pero pasaron mucho tiempo con esta esperanza hasta que se convencieron que la susodicha estaba “loca de remate” y que lo único que hacía era correr alrededor del ágora como si estuviera cumpliendo contrato.

Éste, era un amanecer igual a los anteriores, cálido, pero a esas horas de la mañana era de una temperatura sumamente agradable, hubiese sido igual que siempre, de no ser por un ruido que hizo que Chío abriera los ojos intempestivamente, la cabeza se le tornó confusa, un griterío se oía, el cuerpo le tenía todavía aplomado, pegado a la hamaca, necesitaba cerciorarse si el bullicio era parte del sueño o de la realidad.

Después de unos segundos, logró ubicarse: los gritos venían de la calle, eran gritos en tono de protesta, reproche y reclamo. Se combinaban los dos idiomas: castellano y maya; Chío se ubicaba más a cada momento, parecían gritos de protesta de gente campesina. Sí, seguro, eran voces de “mesticitos”.

Se envolvió con la fina sábana con la que dormía y se dirigió hacia la puerta de entrada, descalza y con el pelo revuelto, con una mano sujetaba a la altura del pecho, dos puntas  de cada uno de los lados de la sábana, dejándola en forma de capa muy larga, y con la otra, giró el ganchito para entreabrir cautelosamente el postigo.

Se asomó, pero no veía nada ¿en dónde estaban los que gritaban? Trató de mirar otra vez, pero no conseguía ver nada. Cerró el postigo y fue a su habitación a cambiarse de ropa para poder salir a ver lo que ocurría. Para una vez que tenía buen pretexto para salir, no se lo iba a perder.

Salió con un pesado crucifijo de oro macizo que había terminado por guardar en un armario, después de haber intentado en varias ocasiones, fijarlo en la pared, si hubiese habido un hombre que supiera de herramientas y de clavos adecuados para hacerlo, el crucifijo hubiese permanecido colgado, pero la que intentaba ponerlo era Chío, así que terminaba por caerse de forma aparatosa, motivo que determinó el que renunciase definitivamente a colgarlo.

Ahora le servía de doble herramienta, uno, para que la gente viera que buscaba la compañía de Jesucristo y por lo tanto, salía sin tener malas intenciones, y la otra, como posible arma de defensa, por si acaso la cosa se ponía fea.

Tuvo que andar un poco, calle arriba en dirección al edificio de la Alcaldía para poder ver a los bulliciosos. Ahí estaban, eran muchos, sólo en las procesiones del Gran Poder de Dios había visto a tanta gente reunida, ahora, gritando, en vez de rezar y cantar.

Fue la primera en llegar para observar a los escandalosos venir marchando desde lejos, luego fueron llegando otros curiosos. Los manifestantes, eran todos campesinos, “mesticitos”; estaban a las puertas de la Alcaldía, nadie salía a atenderles, era lógico, el personal no había llegado aún.

Después de un rato, llegó el Secretario, habló brevemente con ellos, tomó nota sobre el asunto a tratar con el Alcalde, y subió a su despacho. Se ve que informó de alguna manera a su jefe, pues éste cuando llegó no se mostró sorprendido, sino más bien sabiendo lo que debía hacer.

Habló con los dos de los que estaban en la primera línea de la manifestación y les indicó que le siguieran hasta su despacho.

Mientras tanto, más gente se juntaba alrededor de los que protestaban, Chan Chava y su padre habían llegado ya, Chío les vio desde lejos, pero no hizo por saludarles, sujetando el crucifijo con las dos manos y pegándolo al esternón, se acercó a uno de los campesinos de los que estaban en la fila de atrás y preguntó discretamente lo que pasaba, la gente estaba tan entretenida tratando de enterarse de lo que estaba ocurriendo, que la muchacha pasó, milagrosamente inadvertida.

Entonces, se enteró primero que todos, y tal vez que a la par que el Alcalde, de lo que sucedía: los campesinos estaban inconformes porque al pueblo habían llegado sacos y sacos de cacahuate, con letras impresas en inglés, por lo que es notorio que se estaba comprando cacahuate más barato venido desde fuera, sabían que era más barato, porque si no fuera así, el mantequero le seguiría comprando a los locales.

Lo que nadie mencionó, es que ese alguien que lo había detectado, había sido el Rojo, quien unas semanas atrás, había visto llegar un camión nunca antes visto por el pueblo y se acercó para averiguar de qué se trataba, así que preguntó a los que descargaban que quién mandaba esos sacos, qué eran y a quién estaban destinados.

         Es un empresa gringa, patrón, tiene un nombre curioso, mire, aquí aparece, - dijo uno de los cargadores, señalando las letras que llevaba impresas el saco. El Rojo leyó: “The Little Comidita”.

No hizo falta ya preguntar más, el Rojo supo lo que pasaba, el mantequero había encargado cacahuate importado, puesto que los sacos descargados estaban siendo transportados a su fábrica.

Cuando estuvo a punto de abandonar el lugar, apareció Don Humberto, evidentemente atareado con la supervisión de la descarga del producto:

¡Uy, Don Humberto! Yo creo que ahora sí le falló el cálculo en los negocios, este cargamento le va a costar lo mismo que un ojo de la cara y la mitad del otro, porque, digo, si es importado, los impuestos elevan mucho el precio – dijo el Rojo alzando las cejas y con la expresión que dejaba relucir una falsa e irónica preocupación por el bienestar económico del empresario.

Don Humberto, ocupado que estaba supervisando el pedido, con una sonrisa burlona, acercó su rostro al del muchacho y le dijo en tono despectivo:

 ¡Imbécil!

El Rojo le clavó la mirada durante el breve tiempo que tuvo a Don Humberto enfrente, luego se retiró a planear lo que iba a hacer. Sin decir nada a nadie, se ausentó por unos días del pueblo, durante este tiempo, investigó si eran acertadas sus sospechas de que tan alegre intercambio comercial llevaba algo podrido por dentro.

No sabía por dónde empezar, no se le ocurría dar con la razón por la que el mantequero haya decidido traer cacahuate de tan lejos y no comprarlo a los productores del pueblo mismo, como siempre había ocurrido.

Acudió entonces, a los que ya estaban muy fogueados en la lucha contra el poder que consideraban mal ejercido, conocía a algunos nuevos profesionistas que se entregaban a las causas perdidas del país.

En la ciudad, vivían dos sociólogos recién salidos de la Universidad, pero ya con mucha experiencia en las movilizaciones sociales. Se puso de acuerdo, y quedó en reunirse con ellos en una céntrica sorbetería.

En una de las mesas, sentados en adornadas sillas metálicas pintadas de blanco, el Rojo los esperaba mientras degustaba un sorbete de mamey, no esperó mucho, cuando llegó el que había concertado la cita con él, acompañado de tres más, cuyo aspecto físico respondía a la descripción de Quetzalcóatl: blancos, y aunque sólo uno era barbado, era evidente que estos kilométricos y flacuchos muchachos no eran de manufactura paisana.

Los tres con las greñas peinadas hacia atrás y sujetas en una coleta baja, saludaron amigablemente al Rojo, cuando Efraín, que así se llamaba el que acudía a la cita, les presentó:

 Emilio, mira, estos son Gary, Andreas y Leopoldo.

Mucho gusto, - dijo el Rojo ofreciéndoles la mano, amablemente, pero en su rostro se podía adivinar el desconcierto que le causaban los tres acompañantes, - ¿y Licho? – preguntó entonces por el otro amigo al que también había ido a ver.

 De viaje, llega mañana, pero mira, te cuento, - dijo el tal Efraín, quien podía adivinar lo que pasaba por la mente del muchacho, -Gary es…

Soy pinche gringo, - dijo el aludido con acento anglosajón y con tono divertido.

 No mames buey! - dijo entonces el Rojo a Efraín, que sorprendido por la noticia se había olvidado del exquisito léxico que procuraba tener siempre, - ¿ya tienes esas compañías?

El anglosajón observaba todo divertidamente e intervino:

¿Qué pasó? No todos somos iguales, por muy gringos que seamos, no todos somos militares o espías, en mi país hay de todo.

Si, ya. - contestó el Rojo. – sólo falta que me digas que eres egresado de Harvard.

Sí, pero estudié el posgrado en Europa, de vez en cuando, a los harvarianos también se les sale alguna oveja del redil.

Ya, - dijo el Rojo, claramente desanimado.

Yo soy griego, - dijo el que había sido presentado como Andreas.

Y yo, Español, - dijo el que quedaba.

 Pues no sé qué hacer Efraín, me has dejado completamente descolocado, es que vengo a contarte algo que tiene que ver precisamente con Estados Unidos. cómo sabes que no es un infiltrado?

Porque para empezar, creo que no somos tan importantes como para que nos adjudiquen un espía, luego, al chico lo hemos analizado, y la verdad es que no se puede sospechar nada de él y, tercero, porque no puedo andar como un paranoico sospechando de todo el mundo, así que tomo el riesgo, lo que sea que vaya a ocurrir, que ocurra, somos tan poca gente que presentamos batalla al poder abusivo, que cualquier ayuda viene bien.

Si quieres me voy, para que no desconfíes, -ofreció el gringo en tono comprensivo y sincero.

No, quédate, si Efraín te trajo, yo lo acepto, confío en él.

Además, aquí donde le ves, es bastante divertido, tiene buenas ocurrencias, -dijo Efraín.

 Así me indicó la CÍA que lo hiciera, - dijo el gringo Gary, provocando la risa de todos, incluyendo la del Rojo.

 Bueno, ahora cuenta, - impuso en confianza, Efraín.

Mira, en el pueblo siempre había funcionado un molino mantequero que compraba una parte de su materia prima a los productores locales y algunas veces, necesitaba completarlo con el de alguno otro o traerlo directamente de la Ciudad.

Ya, no me digas más, ya sé de lo que se trata, no solo en tu pueblo, ya están inundando al país con el fruto seco importado, todo es comprado a la empresa “The Little comidita”, y dices bien, es empresa gringa.

 ¿Y eso es legal?

 Completamente legal, pero igual de podrido. Las importaciones están amparadas y regladas por las leyes del país, es posible, siguiendo las leyes, importar casi cualquier cosa, pero es aquí en donde está lo nefasto del tema, la Ley de Importaciones y Exportaciones sufrió una mínima reforma la semana pasada, mínima, pero que va a perjudicar a muchísima gente y va a beneficiar a unos cuantos.

¿Qué reforma es?

Antes, en la Ley de Importaciones y Exportaciones se regulaba el mercado de alimentos, en donde puede incluirse el cacahuate, precisamente, en el artículo 121, que le daba preferencia, en primera instancia, a la producción local, y sólo permitía la importación en caso de Escasez Nacional Declarada o bien, por la extrema necesidad de regular precios abusivos, si estos han sido así determinados por las instancias oficiales.

 ¿Cuál fue el cambio?

- Agregar un descarado bis al artículo que hace referencia exclusiva a la producción nacional del cacahuate que con esta adición, ha dejado de gozar de protección preferencial en la Ley y ahora puede importarse como si tal cosa.

Pero aún así, los impuestos de importación seguro que encarecen el producto.

¿Te crees que son bobos? – intervino el gringo, - tienen ya muy bien estudiado todo el mercado: la “The Little Comidita” es empresa pionera en tecnología transgénica y en maquinaria de cultivo con tecnología punta, lo cual, con un menor coste y en un tiempo récord pueden obtener cantidades ingentes de cacahuate, eso, aunado con el hecho de que con el programa “Inmigración digna por legal” contratan temporeros paisanos tuyos, por una tercera parte del salario que le pagarían a un nativo, por ende, necesitan menos inversión, y no hace falta que te explique por qué tus paisanos aceptan esas condiciones salariales, aunque magro en Estados Unidos, sigue siendo comparativamente elevado con respecto a los salarios de aquí. Además, los temporeros tienen el trabajo asegurado por unos meses y con la tranquilidad que no van a tener que gastarse sus ahorros en pagar polleros, ni tendrán que arriesgar el pellejo y que tampoco les va a perseguir la “migra”.

Y tú ¿cómo sabes eso?, - preguntó el Rojo.

 Unos compañeros biólogos y yo, luchamos en contra de la comercialización de alimentos transgénicos, hasta que el tiempo no haya demostrado que no inciden negativamente en la salud de los consumidores, hasta ahora, la mayoría de las batallas las llevamos perdidas, pero seguimos luchando, ahora nos toca batallar por el cacahuate y por eso estoy enterado de todo lo que han planeado para la producción manisera.

Y para que los empresarios industriales compren el cacahuate a “The Little comidita”, hace falta ofrecerles el producto más barato que la producción local, para lo cual, la empresa necesita vender muchas toneladas, y para no cansarte, te diré que van a inundar el país de este cacahuate transgénico.

 Lo de transgénico, todavía no acabo de verle lo peligroso, lo que me preocupa es que los campesinos de mi pueblo y de todo el país, se van a quedar con su producción.

 Las dos cosas son peligrosas, -explicó Leopoldo, - como ya te ha dicho Gary, los efectos secundarios del consumo de transgénicos se desconocen, y sí, efectivamente, los campesinos van a tener pérdidas porque su producto va a resultar más caro en cuanto a producción y gastos de transporte, porque hasta ahora, eran los compradores quienes acudían a sus productores locales para comprarles el producto y eran ellos mismos, los compradores que se encargaban de cargarlo y transportarlo hasta el molino, pues era fácil y barato, ya que estaba dentro del mismo pueblo, pero “the Little comidita” se los lleva hasta su negocio, lo cual, abarata todavía más la inversión de los industriales mantequeros.

Sí, -dijo en tono meditativo el Rojo, - pero no creo que la fiesta les vaya a durar mucho tiempo, piensa que el gobierno pertenece al Partido Obrero Campesino, no va a resistir la furia de sus electores que hayan visto podrirse su cosecha.

Definitivamente, tú te crees que estos son bobos. Todo está perfectamente estudiado: Estados Unidos ganará vendiendo mucho cacahuate, con el mercado asegurado, no corre ningún riesgo, los mantequeros van a bajar el monto de su inversión y aumentarán su margen de ganancias por la venta de su producto, ¿y el gobierno?, perderá los votos de los campesinos, pero ganará en voto urbano que no tendrá ni idea de qué va la cosa y se deje guiar por las explicaciones oficiales, - contestó el español.

¿Sí? ¿Y qué puede explicar?

 Pues la verdad, viciada, pero verdad al fin y al cabo. Las importaciones crearán empleo. Sí. No me mires así, ese es el argumento con el que piensa justificarse tu gobierno campesino, dirán que las importaciones dará trabajo a conductores de camiones, que las gasolineras venderán una parte del combustible que se utilizará en la transportación del producto, y que “The Little comidita” empleará a trabajadores nacionales para cargar y descargar el producto.

Bueno, - trató de razonar el Rojo – finalmente, si los campesinos se ven perjudicados en sus cultivos, el remedio puede estar en emplearse en esta actividad, como cargueros del cacahuate éste ¿no?

 Eso es lo que van a argumentar nuestros sabios políticos. –aceptó Efraín.

Pero no creo que al POC le guste la idea de ver a unos pequeños productores que en conjunto explotan una tierra que es suya, convertidos en mulas de carga.

¿No? ¿Y por qué no? ¿crees que le va a llamar el POC mulas de carga a los que trabajan como cargadores? Si también son supuestamente sus defendidos, y mirándolo bien, también es un trabajo.

 Pues sí, - reconoció el Rojo, - aunque no me guste, no lo puedo negar.

 No sería tan malo si esto fuera tan fácil, pero en la práctica es algo horroroso que va a causar más pobreza. - Dijo el griego.

 Explícate, por favor, - pidió el Rojo.

Vamos a suponer que los campesinos de tu pueblo se tornan cargadores, ¿tú crees que ese es un empleo en toda regla?, piensa, ¿cada cuánto llegan los camiones a tu pueblo? ¿llegan a diario?

 No, pues no sé, a lo mejor pasan meses y no vuelve a llegar otro pedido, - reflexionó el Rojo.

A lo mejor meses no, si va bien el negocio, puede que tan sólo tarden algunas semanas, pero…

Ya voy entendiendo, - dijo cuidadosamente el Rojo, para no perderse, -el tema es qué van a hacer los nuevos cargadores durante esos días que los camiones de cacahuate no llegan al pueblo.

¡Claro! Y por trabajar un rato, algún día del mes, no les van a hacer un contrato laboral ni la empresa cacahuatera, ni la transportista, ni el comprador. Verás cómo los tres, les emplearán ocasionalmente y les pagarán cualquier cosa por descargar los camiones.

Les darán “para los refrescos”, -vaticinó el Rojo, - eso harán, como que les conozco las loables costumbres que tienen.

Pues eso mismo pasará con los choferes del transporte de Maní, -dijo Efraín.

 ¿Tú crees?, eso me parece ya un poco más difícil, hay muchos transportistas independientes que conducen su propio camión. – trató de aclarar el Rojo.

Sí, - continuó Efraín, -pero falta ver si van a contratar a éstos, porque, sería interesante ver quiénes son los dueños de las grandes empresas de camiones de carga. No te sorprenda que sean de gente muy cercana al PaDe y al POC, y esos son los que se van a arrogar los mejores contratos porque van a obtener la información de primera mano, sólo dejarán un xix para los pequeños transportistas, para no tenerles tan enfadados, -explicó Efraín.

Ustedes me pintan un panorama muy negro ¿creen que el POC podrá explicar todo esto sin quedar mal con sus votantes?

 ¿Y qué más da? No todos sus votantes se verán afectados por estas medidas, a los perjudicados, como siempre, nadie les dará un micrófono, sus gritos de reclamo serán acallados, y sólo se escucharán las palabras de alabanza a éstas sabias políticas, -dijo el español Leopoldo.

Esto, júntalo con el empleo de los temporeros que se irán al extranjero a trabajar con el programa “inmigración digna por legal” que el gobierno contabilizará como si se trataran de trabajos realizados en el país, añádele los trabajos secundarios que su ingenio les permita sumar por todos lados, y ya tenemos al gran Partido Obrero Campesino como el máximo empleador de la historia, - completó Andreas el griego.

Sin contar todavía el rollito que van a meter diciendo que el cacahuate que importan es mejor que el tradicionalmente conocido en el país, pues estará cargado de complementos vitamínicos que sólo la ciencia y tecnología avanzada ha logrado, - intervino el gringo Gary.

Pero los campesinos son muchos, protestarán.

Sí, y para eso estamos los universitarios que tuvimos la suerte de pasar por las aulas de la verdad, hay que organizar su lucha, hemos tratado de alertar a algunos productores, pero no hemos conseguido nada concreto ni organizado.

¿Tú conoces a los cacahuateros de tu pueblo?

Pues claro.

 Pues, si quieres, podemos empezar por tu pueblo, si logramos organizar una resistencia ordenada, es más fácil que los demás se unan a la lucha.

 Yo estoy dispuesto. ¿cuándo empezamos?

 Antes que nada, - dijo Efraín al Rojo –dime ¿no te afiliaste hace poco al POC?

-  ¡Bueno! – exclamó el español Leopoldo en tono de quien advierte un peligro.

 Sí, por eso te digo que yo creo que se les va a acabar pronto la fiesta, me consta que Macías es una persona muy cercana a los problemas de la gente más pobre del pueblo, le he visto y le he escuchado.

Los tres muchachos escuchaban sin decir nada, pero sus rostros reflejaban incredulidad, el Rojo se dio cuenta y continuó con su explicación.

Yo creo que con ellos en el poder, sí puede solucionarse el problema de la pobreza en el campo, por eso me afilié, porque he aprendido que yo sólo, por mi cuenta, no podía lograr nada, en cambio, con la fuerza de un partido, todo es distinto.

Dinos una cosa, - dijo Andreas, el griego, - si por un casual, suponiendo nada más, claro, que tus ideales se enfrenten a los intereses del Partido, ¿tú de qué lado estarás?

De mis ideales, por supuesto, yo me metí al Partido porque creo que así podré ver mis ideales como realidades nacionales, sólo por eso, a mí no me interesa la política más que para eso, estoy harto de ver pobres por todos lados.

Si es así, - intervino Leopoldo -prepárate, porque me da a mí, que serán ellos mismos, tus propios compañeros de partido, los primeros en llamarte de todo, menos “bonito”.

Yo creo que es gente comprometida, pero si no lo es, yo no abandonaré por ellos mis ideales.

Prepárate de todas formas, - dijo Efraín, que con esto, dejó por zanjada la cuestión sobre la lealtad del Rojo.

Hay algo muy importante, ¿piensas comentarle algo a tu Alcalde? ¿hacerle preguntas o algo así? –cuestionó Leopoldo.

El cuestionado se lo pensó unos segundos y luego contestó decidido.

No, mejor me callo y observo cómo se va comportando mientras planificamos una estrategia de lucha.

El plan del Rojo y sus amigos fue sobre ruedas, el tal Efraín, Licho y los tres extranjeros le ayudaron a organizar a los afectados por el maní importado sin que se dieran cuenta en el pueblo. Los de la Ciudad y sus amigos foráneos, eran ya sobrevivientes de muchas batallas en la lucha social y el Rojo era verdaderamente inteligente para esas cuestiones.

El POC ni se olió todo lo que se tramaba soterradamente, porque Emilio, el Rojo, decidió callarse y organizar a la gente después de comprobar que el Alcalde no era quien en un principio decía ser, alguien que miraba por los intereses del campesinado; lo tuvo claro cuando le escuchó calificar como “un gran adelanto” la importación de cacahuate gringo, que traería prosperidad al pueblo.

De tal manera, que cuando los campesinos, debidamente organizados salieron a la calle a protestar, el tal Macías estaba verdaderamente sorprendido con esta inconformidad y con los reproches que le hacían sus “defendidos” campesinos, pero como buen político que era, la sorpresa no se le notaba en el rostro, y empleó todas sus artimañas para salir del atolladero.

Quince minutos más tarde bajó junto con los dos protestantes delegados, y se dirigió al resto:

¡Compañeros! Comprendo la incertidumbre que nos crea a todos las cuestiones novedosas, comprendo que mis amigos agricultores se muestren temerosos ante la llegada de un producto nuevo, yo soy del partido que defiende a los campesinos y les entiendo, pero también les digo, que como defensor de los intereses del campo, de mi campo, de nuestro campo, no hay nada que temer, sino todo lo contrario, antes bien, deberíamos de alegrarnos ante esta nueva oportunidad que se nos presenta…

Y subiendo el tono de voz para darle emoción a la arenga, a la vez que levantaba los brazos, continuó:

Una oportunidad de mejora, de progreso, de modernidad, comeremos, ya no como antes, ahora, tenemos la oportunidad de comer lo mismo que come cualquier ciudadano de un país rico. El cacahuate que ahora podemos consumir, es el mismo que degustan los ricos ciudadanos del norte, ¡por fin empieza a llegar la igualdad entre los países del Norte y los países del Sur! Esta es la globalización, ¡la humanidad unida bajo un mismo cielo y compartiendo un mismo manjar!

¿Y qué vamos a hacer con nuestro cacahuate? ¿a quién se lo vamos a vender?

¡A quienes ustedes quieran! Nadie les prohíbe vender su producto, pero ahora, la competencia que viene desde fuera, les hará mejores productores para que la gente prefiera el producto de ustedes o del otro, o los prefiera por igual ¡es aquí la grandeza de la globalización comercial! El producto local mejorará y ustedes serán más libres para tratar comercialmente con quienes ustedes gusten, ya no tendrán que tener su producción supeditada a la demanda de una sola persona del pueblo, esto les da la oportunidad de encontrar otros clientes.

 Francamente, -dijo otro-, yo lo veo difícil.

Miren, piénsenlo, y ya saben, para cualquier cosa que necesiten, aquí está su alcalde, un alcalde ¡comprometido con su pueblo, con su gente, con sus obreros y con sus campesinos!

El remate del discurso lo dio un aplauso, curiosamente, no de los campesinos, que era lo esperado, sino por los curiosos que se habían acercado a la manifestación, es decir, la clase media y los pocos ricos del pueblo, en donde estaban incluidos Chava, su padre, el mantequero y sus vástagos.

El alcalde no dio una sola oportunidad más de réplica, hábilmente dio por terminado el improvisado mitin y subió a su despacho. Poco a poco, manifestantes y curiosos comenzaron a disgregarse.

Chío, que no pudo aplaudir a causa del pesado crucifijo, fue la primera en retornar a su casa, los Arámburu se reunieron con los mantequeros para intercambiar impresiones, las dos familias estaban sorprendidas.

- ¡Vaya! no pensé que el alcalde fuera tan razonable, pensé que se iría a poner necio a favor de los cacahuateros locales, -dijo don Humberto.

Sí,- concedió Don Salvador, - me ha impresionado gratamente, confieso que después de oírle, me siento más tranquilo.

 A lo mejor no nos va tan mal con él como temíamos – completó Chava.

Ojalá, - desearon los hijos del mantequero.

Mientras las tres familias se retiraban tranquilas a sus casas, tres, porque Chío, también aprobaba solitariamente el punto de vista del Alcalde, dos reuniones secretas se empezaban a llevar a cabo: la del Rojo, sus amigos activistas de la ciudad, y los principales cabecillas de los campesinos afectados, y, por otro lado, el Alcalde que había mandado a llamar al Jefe de la Policía del pueblo, cargo que había sido nombrado por él y que había recaído, como es lógico, en una persona de su más absoluta confianza.

Comandante.

A sus órdenes Alcalde, - dijo el fatuo policía.

 Siéntate por favor.

Gracias.

Ya has visto lo que ha pasado ahí abajo. ¿sabes tú algo?

Pues me apena reconocerlo jefe, pero no, la verdad es que no sé qué es lo que pudo haber ocurrido.

 Esto es una alerta, quiere decir que debemos andar con mil ojos en este pueblo, todo esto se armó aquí, en nuestras narices y no nos dimos cuenta.

 Pues me apena reconocerlo jefe, pero sí, tiene usted razón.

Ponte xux, Comandante, por lo pronto, quiero que vayas a ver a Don Humberto, el mantequero, trata de sacarle información, con el pretexto de preocuparte por su seguridad, argumentando que algún inconforme se pudiera tomar la justicia por su propia mano; sé discreto, que tampoco sé a qué tenemos que atenernos con ese, siempre ha apoyado a los del Partido Demócrata.

No se preocupe, así lo haré, con su permiso.

En cuanto hayas terminado, vienes y me informas.

Tras el encuentro con Don Humberto, lo único que tenía en claro, era que Don Humberto tampoco se “olió” nada, y lo único que recordaba y que podía tener conexión con la manifestación, era aquel comentario que le hizo el Rojo cuando llegó el primer cargamento de cacahuate importado. El policía, ni tardo ni perezoso, fue a informar de inmediato a su jefe.

La sospecha de que el Rojo haya podido estar implicado en el problema, le resultaba inverosímil al Alcalde, sin embargo, como no tenía por donde comenzar las pesquisas ordenó:

Muy bien, pues empecemos por el Rojo, vigílalo, mira a ver con quienes habla, por otra parte, manda a dos agentes de tu confianza a la casa de tres o cuatro de los manifestantes que estuvieron aquí, y que les arranquen información, sea como sea, ¿me entiendes? Que usen los métodos que sean necesarios. Tienen mi respaldo.

Sí jefe, les mandaré a los más duros, van a hablar hasta en japonés, no se preocupe.

Bueno,.

Para cuando el agente encargado de espiar al Rojo se puso a la labor, el Rojo ya había acordado con sus amigos que no se volverían a reunir, hasta pasado un tiempo, y fuera del pueblo, y que los de la Ciudad se irían al día siguiente, dejando pasar un poco de tiempo, antes de emprender la segunda parte del plan.

Mientras los luchadores foráneos esperaban la hora de partir, se hospedaron en la casa de uno de los campesinos, los más pobres, por seguridad, pues de esos nunca nadie se ocupa, pero a veces, los cálculos basados en lo cotidiano se ven afectados por la casualidad desafortunada, pues los agentes que habían recibido el encargo de indagar entre el campesinado, escogieron al azar, precisamente esta casa para hacer sus primeras averiguaciones.

Llamaron a la puerta, cuando ésta se les abrió, enseguida uno de ellos cogió a la mujer por el pelo y la arrastró hasta un rincón de la casita hecha de yeso y paja, mientras que el otro encañonó al que ella consideraba su marido, ya se sabe que los miserables de esta tierra no se casan.

Así que andas de revoltoso ¿no? Maldito indígena. Ahora vas a tener tu guerrita.

¿Qué quiere? Pues ¿por qué éste trato? Yo no les he hecho nada y mi esposa tampoco, suéltenla, pues.

¿Me das órdenes? - Dijo en tono socarrón, y con el mismo tono continuó el policía -¡mira, nos da órdenes y dice que él no ha hecho nada!

¡Ay! ¡pobrecito! – secundó el que tenía sujeta a la mujer y en el acto la pegó violentamente a la pared blanca de cal pegando su pubis al cuerpo femenino haciendo movimientos obscenos.

La mujer trató de quitarse de encima al policía, pero sólo consiguió que éste la sujetara más fuerte, y que siguiera haciendo sus demostraciones lujuriosas todavía con más fuerza.

 Compadre,- dijo el policía que encañonaba al jefe de familia, - tú sí que eres requetebuena gente, le vas a hacer el favor a la huira, ¡si hasta con premio van a salir los aborígenes!

¡Ya déjennos!, - gritó desesperado el encañonado, -¿qué quieren pues?

Que nos digas qué trama tu gente del cacahuate y quiénes están implicados.

Sólo queremos saber qué va a pasar con todo nuestro cacahuate y de qué vamos a vivir ¿eso es pecado?

Pues según cómo te portes, - le respondió pedantemente el policía, -  puede que te dejemos en paz. Podrías por ejemplo, empezar por decirnos quién está detrás de todo esto; porque no nos chupamos el dedo, no nos creemos que ustedes puedan organizarse ni para ir juntos al baño.

Los dos funcionarios se desternillaron a carcajadas que eran tan sonoras, que llegaron hasta el patio, en donde estaban los tres extranjeros jugando con los hijos del matrimonio. El gringo entonces, se dirigió al mayor de los niños y le ordenó en voz baja.

Vete de patio en patio con tus hermanitos hasta que llegues a la iglesia, ahí métanse no salgan hasta que alguien de nosotros vaya a por ustedes, ¿entendido? No le digan nada a nadie, ni al cura, tu espera a tus padres o a alguno de los que hemos estado aquí en tu casa estos días. Por favor.

Pide a cualquiera de los que estén en el parque que les ayude a cruzar la carretera, tengan cuidado, y recuerden, no digan a nadie nada, esperen en la iglesia, cuidado con la carretera, por favor.

Los niños obedecieron y desaparecieron al instante de ahí, entonces, los tres extranjeros entraron por la puerta de atrás y el español espetó:

Suéltenlos.

Los dos policías les miraron sorprendidos, no habían advertido su presencia, ni en la casa, ni ningún otro día en el pueblo. En eso, la cara del policía obsceno se le iluminó.

Ah, con que extranjeros ¿no? Qué interesante, ¿puedes presentármelos indígena horroroso? Preséntame a tus amiguitos y dime qué hacen aquí.

Suéltalo, yo te lo explico. – volvió a increpar Leopoldo.

 No, se equivoca ¿españolito no?

Sí, español.

 ¡Mira compadre! – exclamó burlonamente a su compañero, - ¡La reencarnación de De Las Casas!

¡Ay Dios! Pues no sabía que don “Frayba” era güerito. ¿no será la reencarnación de Montejo? ¡Chispas compadre! No sabía que los mestizos estaban en vías de extinción.

Ahorita mismo se lo averiguo, compadre. Huira, - dirigiéndose a su prisionera, - dime ¿qué haces con éste, mesticitos o rezar?

Al momento, los dos servidores del pueblo rieron sonoramente.

-  Mira qué abusada nos salió la huira, tiene a su güerito para mejorar su raza.

Los comentarios hicieron hervir la sangre de los cinco sometidos, el español, gritó en tono imperativo.

Suéltenlos ya, por favor, y digan claro qué es lo que quieren.

¿Qué hacemos compadre?, -preguntó el que sujetaba a la mujer.

Creo que nos llevamos a estos tres con el Jefe, y que él decida.

¿Y los huiros “patarrajadas” estos?

No podemos llevarlos a todos, no cabemos todos en el coche, vamos a llevar a los “Montejo” con mi Comandante y luego, a ver qué nos ordena hacer.

Ninguno de los tres pudo avisarles que los niños estarían esperándoles en la Iglesia, desesperado, el griego pidió:

Antes, por favor, si los caballeros son tan amables ¿podrían dejar que les pagáramos los gastos del hospedaje?

¡Ándale! y ¿qué acento es ese compadre? Le preguntó a su pareja.

Soy griego, -se adelantó.

¡Qué mujer más abusada tienes, hasta con griego y todo! Le dijo al campesino.

Ya compadre, el deber nos llama, cuando terminemos nuestro servicio si todavía te queda espíritu altruista, vienes a completar a la huirita, para que se la dejes suavecita al indígena.

Y tú griego, no te preocupes por la paga monetaria, ya le pagaste con creces en especie, te aseguro que la huira está más que conforme y agradecida, créeme.

Por favor, deje que les paguemos, no queremos ser huéspedes malagradecidos, - dijo el gringo.

Bueno, esto ¿qué es, la ONU? Vamos ya, a ver qué tonterías hay aquí.

Gracias por todo, lo único que lamento es no haber podido ir a vuestra preciosa iglesia, como lo íbamos a hacer ahora -la palabra iglesia, la dijo Leopoldo, remarcando un poco más el volumen y el tono, - para tomar unas estupendas fotos. Me encantó la iglesia.

Los campesinos permanecieron en silencio sin saber muy bien a qué se refería el supuesto turista.

 ¿Ve compadre? Tenía yo razón, es el Frayba reencarnado, va a la iglesia.

Ya no vacile compadre, y no magulle a los güeros, no vaya a ser que nos metamos en un problema diplomático.

El otro obedeció, y entre los dos, a punta de pistola los subieron a la patrulla. Cuando llegaron, los presentaron directamente ante el Jefe de la Policía.

Mi comandante, en cumplimiento de sus órdenes, le traemos los primeros hallazgos, tres extranjeros se hospedaban en casa de unos revoltosos.

¡Qué interesante! a ver, - dijo el Jefe,  - ustedes tres, siéntense, ¿tienen documentos?, pasaporte, quiero decir.

Nuestras cosas las tienen los policías.

A ver, busquen.

Los dos gendarmes hurgaron entre las mochilas de los muchachos y encontraron lo que buscaban entregándoselo inmediatamente a su jefe.

A ver ¿qué tenemos aquí? - Dijo el jefe mientras empezaba a abrir uno de los pasaportes, mientras los otros dos custodiaban sin quitar el ojo a los presentados.

Bueno, de momento, llévenlos a los separos, uno en cada uno, digo, para que estén cómodos ¿me entienden, no?

Sí, jefe,

El Jefe de Policía se quedó en su despacho con los tres pasaportes, y los dos subordinados se llevaron a los tres pseudo prisioneros.

Antes, - dijo el estadunidense que se sabía mejor posicionado que los otros dos, por el consabido arrodillamiento de las autoridades de este país a la nación anglosajona, - quiero hablar con mi consulado, no sé por qué se me detiene ni por qué me han obligado a venir hasta aquí.

No, si ustedes no están detenidos, mi estimado turista, es sólo que los de este pueblo somos muy hospitalarios y queremos que su visita sea placentera y muy económica, les estamos ofreciendo hospedaje y comida gratis ¿en qué otro sitio pueden encontrar algo mejor? Para que no digan que los de este país no sabemos tratar a los turistas como se merecen. Y en cuanto a lo del consulado, no se preocupen, enseguida les traigo a San Lincoln en persona para que les ampare.

Viendo que era inútil, ninguno de los tres insistió más, fueron conducidos hasta las celdas que estaban incomunicadas entre sí. Los policías volvieron al despacho del jefe para saber si seguían con el cateo extrajudicial, o era suficiente por el momento. Acababan de entrar al despacho, cuando hizo acto de presencia el encargado de vigilar al Rojo; haciendo el saludo oficial, informó a su superior.

Mi comandante, le informo que la tarea encomendada ha resultado sin novedad, el investigado ha desarrollado sus labores con total normalidad, ha estado en el taller de su familia y no ha hablado con nadie que no hayan sido mujeres que han ido a recoger sus encargos.

¿Todas mujeres?

Por lo menos, será la mayoría.

¿Huiras?

 No, de las otras.

 Bueno, pues al parecer el Rojo se conserva leal al Partido.

Al parecer sí, jefe.

Y nosotros ¿seguimos averiguando?

 Esperen, voy a hacer algunas llamadas telefónicas a ver si saco algo en claro sobre la verdadera razón de estos tres en el pueblo, mientras, estense pendientes a recibir nuevas órdenes.

El jefe policiaco levantó el teléfono y ordenó a la secretaria que le comunicara con el Centro de Investigaciones de Inteligencia Nacional, el CIIN. La información que consiguió fue nula, en este departamento lo único que pudo obtener fue la sugerencia de que llamara a servicios migratorios, que a lo mejor estos podían decirle algo.

Vaya central de inteligencia que tenemos, aquí se nos cuela Castro y estos idiotas no se dan ni cuenta, el tal Centro es el Centro de Idiotas e Inútiles Nacionales. – dijo hablando solo en su despacho al colgar el teléfono.

Evitó hablar a Migración, puesto que estos tendrían información menos útil ya que su labor de investigación se limitaba a remitir al CIIN, la lista de extranjeros que se internaban diariamente en el país y que habían sido registrados en las aduanas. De tal forma que decidió hablar a la embajada estadounidense.

Preguntó, cautelosamente por el nombre que figuraba en el pasaporte, y, en efecto, era ciudadano estadunidense, americano, le dijeron en realidad al funcionario, término que le hizo revolver las tripas con el hígado. Después de no obtener más información de interés y de agradecer con suma educación la magra atención de los “gringuitos” colgó el teléfono y sólo entonces sacó todo el enfado reprimido.

 Americanos, americanos, ¡qué americanos ni qué nada! Estos todavía viven el sueño de Míster Monroe de los huevos, americanos, ganas tienen los gringos sucios estos.

Después del rotundo fracaso obtenido, decidió no llamar a las embajadas europeas, su experiencia le indicaba que éstos no escrutaban a sus ciudadanos por su ideología, al menos, no todavía. A decir verdad, a la embajada estadunidense llamó con la vaga esperanza de que le informaran de algo, únicamente con el anhelo de que el odio histórico hacia los izquierdosos les hiciera perder las formas y se les calentara la boca, pero primó lo que él ya se temía:

 Estos malditos gringos, con tal de no reconocer que su Tierra está llena de izquierdistas, son capaces de masticar piedras y tragárselas.

Además, ya sabía que el color del gobierno al que él servía, tampoco ayudaba para que le dieran información alguna, su partido, ahora en el poder, era declaradamente de corte marxista.

Nos tienen miedo a los de izquierdas, estos gringos.

Propio de las mentes chatas, o de los de mala entraña, no mostró ningún rubor en manifestar esta contradicción. La descalificación que le merecían los estadunidenses por su obsesivo rechazo hacia los de izquierdas, sin detenerse a razonar que siendo él mismo parte de un gobierno que se decía inspirado en el marxismo estaba investigando acerca de una persona, precisamente por sospechar que era afín a esa misma doctrina y que le rechazaba igual que los de la embajada, una contradicción que sólo los izquierdosos no oficialistas ni oficiosos del país lograban entender, por haber padecido siempre este doble discurso.

Tanto los Arámburu, como los mantequeros y la propia Chío, por casual añadidura, eran ajenos a lo que se estaba moviendo en el pueblo. Suerte que tiene el poder del dinero, se preparaba una gran “defensa” de sus intereses sin ellos tener que manchar su imagen, el Partido que defendía a los Obreros y Campesinos ya lo iba a hacer por ellos.

El Jefe de la Policía acudió a informar al Alcalde sobre los primeros resultados de sus averiguaciones:

 Entonces, - ¿el Rojo no tiene nada que ver en todo esto?

No, Señor Alcalde, tal parece que no, o a lo mejor lo disimula muy bien, pero lo han estado siguiendo y no ha hablado con alguien ni ha hecho nada que pudiera dar indicios sobre su participación en la protesta de esta mañana, ahora mismo me han informado de esto los vigilantes que le han estado siguiendo desde que usted dio la orden, hasta ahora.

 ¿Y el comentario que dice don Humberto le hizo el Rojo sobre los cacahuates?

Pues a lo mejor son viejas rencillas que traen esos dos, de cuando el Rojo aconsejó a los empleados del mantequero para exigir mejores salarios.

¿Crees que sea nada más eso?

Pues yo de momento dejaría en paz al Rojo, salvo que usted ordene otra cosa, además, ni el propio don Humberto lo ve como claro sospechoso, sólo lo mencionó de paso, y hay que tener en cuenta que la familia de los mantequeros son muy rencorosos, odian igualmente al Rojo que a la corredora por haber rechazado al benjamín de la familia.

Sí, yo creo que el Rojo es leal al Partido.

¿Qué hacemos con los güeritos? Ya se cuentan por varias las horas que les he tenido en el fresco bote, incomunicados, además, tuve que llamar a la embajada de Estados Unidos.

¿Cómo?, -preguntó sumamente exaltado el Alcalde, - ¿sin haberme consultado antes? Pero ¿tú quién te crees que eres para andar con diplomáticos?

 Es que, jefe, no sabía cómo obtener información de sus antecedentes.

Sí, pero si pasa algo, ya saben que tú les viste y supiste de ellos, no podemos argüir que no teníamos noticias de su presencia en el pueblo.

 Lo siento jefe, pero esto sólo pasa con el gringo, pero no con el español ni con el griego. Además, el CIIN, con el perdón, no sabían nada de nada.

Pues eso, a lo mejor, porque en realidad son simples turistas mochileros y nada más.

Sí, pero hay algo que no me cuadra, si fueran tres gringos, o tres españoles o tres griegos, bueno, o si fueran tres europeos simplemente, o sólo estadunidenses y canadienses por ejemplo, podría yo pensar que son amigos turisteando, pero ¿Qué hacen tres individuos de dos continentes distintos, juntos, digo, no es imposible que algo así suceda, pero es mucha casualidad que estén aquí, justo cuando ha habido una revuelta; además el visado tiene una fecha ya muy atrás y han solicitado ya varias veces la extensión de su permiso de residencia. Ya tienen año y medio turisteando por aquí.

Averigua doblemente, ¿les tienes incomunicados entre sí?

¿Qué pasó jefe? La duda ofende.

 Pregúntales sobre esto a cada uno de ellos por separado, a ver qué explicación te dan, de todas formas, como a lo mejor ya tienen preparada la respuesta, hay que emplearse un poco en averiguar entre la huirilada alzada.

¿Qué pasó jefe? ¿ya no tenemos permiso para emplear los medios que sean necesarios?

No, hay que ser duros si es necesario, pero que no se note, la presencia de los extranjeros nos resta libertad, a ver si van a resultar periodistas.

 Periodistas no creo, no vi nada de eso en sus mochilas.

Ve a interrogarlos y manda a averiguar otra vez entre los campesinos.

Una vez recibidas las instrucciones, el Comandante se levantó de su asiento, y haciendo el saludo expresó:

A sus órdenes, mi Señor Alcalde.

La Policía retomó las indagaciones, el Jefe se encargó personalmente de hacerle “el honor” a los extranjeros de interrogarles. Pero los tres muchachos, a pesar de no contar con las sospechas que levantarían en el interrogador la divergencia de nacionalidades, se limitaron a decir, lo más amablemente posible que el estar encarcelados sin habérseles indicado la razón de su aprehensión, ni habiéndoles enseñado la orden judicial correspondiente y sin la presencia ni de su embajada ni de un abogado, era algo que podía traer nefastas consecuencias al país.

No se me enoje güero, todo eso que usted dice, me lo paso por debajo, a mí no me hace falta para hacer mi trabajo, que un Juez me diga cómo hacerlo, además, lo único que figura de su internamiento en el País es el visado que nosotros les hemos dado, y esa información sólo la tenemos nosotros, por lo tanto, si algo pasara, nosotros nunca hemos sabido nada de ustedes y, ¿Quién sabe? A lo mejor estaban atrapados en una red de narcos y les ajustaron las cuentas y los desaparecieron, cosas así pueden suceder en el mundo.

Este mismo diálogo se repitió con los tres muchachos, lo que hizo que el policía sospechara todavía más.

¿Cómo es posible que los tres lleven el mismo tiempo en el país?

Ya se lo he dicho, somos turistas y estamos recorriendo el país desde el norte y ya estamos a punto de adentrarnos en los países centroamericanos, como le dije antes, pensamos llegar a la Patagonia.

¿Y de qué viven?

Un poco del dinero que traemos, otro de la hospitalidad de los lugareños y otro poco de apretarnos el cinturón, además, alguna vez, nuestras familias nos han hecho algún envío, a mí por lo menos.

El policía sacó en claro que con estos no iba a averiguar nada, de tal forma, que en el momento que iba a ordenar la continuación de las indagaciones entre los mismos revoltosos, la secretaria le informó que un campesino quería hablar con él pues traía algo que pudiera interesarle.

Si nos ayudamos, los dos podemos vernos beneficiados, Comandante.

 ¿Sí? Y a mí, ¿cómo podrías tú, beneficiarme?

Dándole lo que busca para que se luzca ante su jefe, el Alcalde.

Ah ¿sí? ¿y qué es eso?

 Información acerca de los manifestantes de la mañana, sé quién los organizó, bueno, más bien, quien pudo haber sido.

Pues habla ya, que esta no es la hora del té, así que no tengo tiempo de platicar distendidamente.

Primero, dígame que obtengo a cambio.

Pues algo muy útil para ti, créeme, habla.

Hay tres muchachos que son extranjeros que les he visto reunirse con todos los que estuvieron en la manifestación, han estado entrando y saliendo de la casa de varios de ellos.

¿Sólo los tres extranjeros? ¿nadie del pueblo, o del país?

 No, yo sólo los he visto a ellos.

Bueno, muy bien gracias, ya te puedes ir.

Sí, pero antes, mi recompensa.

Ah, sí, tu recompensa, pues mira gracias, eres un gran patriota que mira por los intereses de la Nación y Dios te lo pagará, puedes tener el agradecimiento del Jefe de la Policía de este pueblo que estrecha tu mano. Todo un honor.

Pero…

Puedes irte ya, con la satisfacción de haber cumplido con tu deber de ciudadano, anda vete ya.

Pero…

Que te vayas ya, o llamo a dos agentes para que te saquen por la Puerta Grande y a hombros.

 Pero yo le informé.

Vete, antes de que te arreste por querer chantajear a un Alto Cargo de la Policía.

El soplón comprendió que la situación podía tornarse de clara a negra, por lo que con la rabia en el estómago y las tripas avinagradas, se retiró. El Jefe Policiaco, entonces mandó a los dos agentes de antes, a que volvieran al mismo sitio en donde comenzaron las pesquisas para completar la información.

Cuando los policías llegaron a la casa del matrimonio anterior, éstos no se encontraban en ella, así que después de desordenar sus escasas y modestísimas pertenencias, más para ver si había algo de valor que pudiera servirles en lo personal, que para encontrar alguna evidencia, decidieron hacer una “visita” a otra familia.

No contaban con la organización de los indígenas, el matrimonio anterior, no sólo ya no estaba en casa, sino que, habiéndolo hablado con sus hermanos de movimiento, decidieron entre todos, que este matrimonio de facto, se refugiara en el pueblo de al lado hasta que amainara la tempestad político social, pues la visita de los dos policías y el no volver a saber nada de los tres muchachos extranjeros después de habérselos llevado de forma tan arbitraria, les hizo sospechar lo peor, por lo que decidieron que, los demás se quedarían  juntos en algunas casas para protegerse y defenderse mejor de cualquier posible represión.

Los dos policías comprendieron que ellos dos solos no podían hacer nada ante tanta gente junta, informaron de esto a su jefe, quien en seguida, mandó refuerzos, y entonces, después de la refriega, detuvieron a tres muchachas, “sólo para hacerles unas preguntas en calidad de testigos”.

El resto de los campesinos protestaron y trataron de impedirlo a toda costa, pero los policías tenían las armas, así que cuando el hermano de una de ellas los encaró, un policía no dudó en dispararle directamente en la cabeza, lo que dejó a todos inmovilizados, viendo cómo el cuerpo del muchacho caía desplomado al suelo como si fuera una horrorosa película en cámara lenta.

Entre el estupor y la desesperación por querer  evitar la detención ilegal de las tres muchachas y por evitar la muerte del herido, no pudo lograrse ni una cosa ni la otra, el muchacho falleció casi al instante y a las tres jóvenes se las llevaron.

 ¿Qué le vamos a decir al jefe sobre “el caído”?

 Pues, la verdad, que se puso envalentonado y que no tuvimos más remedio que someterlo, que todo ha sido limpiamente ¿o no?

Limpiamente, sí.

Cuando los enviados llegaron con sus tres cautivas ante su Jefe, le informaron:

Misión cumplida, jefe.

¿Tienen ya los nombres de los azuzadores?

No, pero estas nos pueden informar, dándoles, a lo mejor, una sobada.

El jefe las miró, las tres “mesticitas” que estaban delante de él con las manos atadas hacia atrás, la cabeza inclinada hacia abajo y con el peinado medio atado en moño y medio suelto de forma desordenada cayendo mechones en forma arbitraria, señal del forcejeo y de la resistencia.

Encierren a dos, y me llevan a una a la sala de interrogaciones.

A sus órdenes mi comandante, pero antes, debo informar de algo más importante.

Bueno, pues habla.

Los dos gendarmes se miraron entre sí con cierto nerviosismo

 Es que hubo, - se aclaró la garganta y continuó, - un caído.

¿Un policía?

No, uno de ellos.

¡Me lleva! ¿pero cómo hicieron tal estupidez?

Es que se resistieron mucho mi comandante, estaban todos aglutinados, ya estaban preparados, jefe, no hubo más remedio, por más que lo evitamos.

Bueno, hagan lo que he dicho, luego nos ocupamos de este asunto.

Los policías obedecieron, para cuando llevaron a una de las mayas, su jefe ya estaba en la sala esperándoles, con el estadounidense sentado frente a él y con todo dispuesto para el interrogatorio.

Mira, ¿la conoces?

No, creo que no.

Ah, pues vive cerca de tu hotel de cinco estrellas de donde te sacamos.

Sí, pero igual veía a mucha gente cerca de ahí, que vestía en forma parecida.

Es una pena, porque si ella no tuvo la dicha de que tú la conocieras, tendrá que ser castigada por ello.

¿Por qué? ¿qué culpa se tiene nadie?

 Eh, ¡chs! que aquí no estás en Gringolandia.

Evidentemente.

Ni tanto, güerito, - contestó el Jefe policiaco, entrecerrando los ojos, como para hacer un irónico gesto de falsa reflexión. - que también ahí se cuecen habas.

También es evidente.

¿Sabes qué me llama la atención? Tu profundo conocimiento del español.

Porque lo estudié.

¿En dónde?

En Estados Unidos.

Y también entiendes el sentido figurado ¿cómo lo logras?

Hay muchos hispanohablantes en Estados Unidos.

 Buena respuesta, eres listo, así que tenemos que aguzar el ingenio, - y dirigiéndose al custodio - ¿quieres empezar tu a castigarla por su mal comportamiento?

Yo, siempre presto para lo que usted mande mi Comandante.

Bueno pues empieza.

 ¿Qué le van a hacer?

Los policías no respondieron, llamaron a un custodio más y entonces, el primer ayudante arrodilló bruscamente a la indígena, se abrió la bragueta, la tomó violentamente por el pelo y la acercó a su miembro.

¡Déjenla! – gritó el interrogado tratando de levantarse de su asiento, pero el tercer custodio le sentó inmediatamente empujándolo de los hombros hacia abajo.

No lo maltrates, no quiero huellas, luego sus paisanos se pueden poner pesados, sobre todo cuando se trata de reclamar a gobiernos progresistas, ya sabes que los gringos nos odian precisamente por serlo.

El activista trató una vez más de disuadir a los funcionarios, pero sabía de antemano, por experiencia, que iba a resultar inútil, cerró los ojos, era lo único que podía hacer para evitar el humillante trato.

¿Por qué hacen esto, para qué les sirve?

 Podemos detenernos, si cualquiera de ustedes dos confiesa.

¿Qué quieres que te confiese, según tú?

Todo lo que sepas de la protesta de los campesinos.

Te firmo lo que sea, todo lo que quieras para que quedes de maravilla con tus jefes, pero primero, suéltala y deja en paz a cualquiera que hayas deseado someter a tormento.

Apenas había acabado de decir la frase e inmediatamente se oyó como un látigo, la cachetada que le propinó el policía, el anglosajón sentía un calor cimbreante en la mejilla izquierda que se había tornado de color rojo encendido.

Aquí, no se tortura, ¿a poco te hemos tocado?

Bueno, como sea, dejen en paz a cualquiera, yo asumo toda la responsabilidad, pongan lo que quieran, y digan que yo fui el único responsable, dejen a esta gente en paz.

No se trata de quedar bien, se trata de llegar al fondo de los hechos, lo que tú nos ofreces no nos sirve, queremos nombres, ¡nombres!

Mira, yo no veo ningún delito por ningún lado, lo único que veo es represión a la libertad de protesta, aprovecha lo que te ofrezco, porque me vas a tener que soltar pronto, no me puedes tener retenido e incomunicado por más tiempo.

También eso puede tener arreglo, ya les he dicho que en este país, cualquiera puede verse tentado de entrarle al narcotráfico, y de esa no te saca nadie güerito.

Sabes, que en ese caso, mi país me juzgaría, tú no tendrías ese gusto.

 Bueno, bueno, déjate de chismes, ¿me vas a decir lo que sabes?

Yo no sé nada de lo que tú quieres, pero te firmo lo que quieras, es todo lo que te puedo ofrecer, a cambio de que me dejes libre a mí y a todos los que tengas detenidos por el asunto que ahora te interesa, cualquiera que fuere.

Mientras el apresado negociaba, el que tenía a la muchacha tenía ya mucho que había terminado con su cometido, situación que el gringo tomó como una pequeña venganza secreta, tuvo muchas ganas de hacer guasa, pero se contuvo por el bien de la muchacha.

Está bien, llévala – ordenó el jefe.

No, liberen a todos los que tengan.

Sólo la tenemos a ella.

Antes de firmar quiero comprobarlo preguntándole a los vecinos.

Eso es mucho pedir, tendrás que confiar en nuestra palabra.

Libérenlos a todos, y que me conste.

Ya te dije que tendrás que confiar en nosotros.

Era ya la mañana del día siguiente, el asunto de la protesta le había ocupado todo el día anterior a la Policía y todavía seguía empantanada en lo mismo. El Jefe de la corporación fue a informar una vez más a su jefe.

¿Qué hacemos jefe? ¿le sirve el ofrecimiento del gringo?

¿Y los otros dos?

Lo mismo, no quieren confesar, he empleado el mismo método, pero no sueltan prenda, ni porque el griego presenció el “amable y humano”  interrogatorio que le hicimos a una de las campesinas.

A lo mejor les faltó más contundencia en la forma de preguntar para obligarle a hablar.

Si le dimos choques eléctricos en sus partes íntimas.

Mira que son malvados estos extranjeros, ¿y no se apiadaron de la muchacha? ¿Con todo eso siguieron guardando silencio?

Sí, jefe.

El Alcalde meditó unos segundos.

Que te firmen un documento los tres, en donde confiesan haber instigado a la población a revelarse en contra de su legítimo gobierno elegido democráticamente.

Bien jefe, sólo una pregunta más ¿y los verdaderos culpables? ¿cómo vamos a saber quiénes son y a ponerlos quietos para que no nos causen más problemas?

Por lo pronto, haz lo que te he dicho, esto nos servirá para lavar nuestra imagen ante el resto del pueblo. No nos conviene nada el que haya una manifestación de descontento, tenemos que resarcirnos del todo ante la opinión pública; de lo otro, ya tomaremos cartas.

¿Qué hacemos con las tres prisioneras?

 Hay que esperar a que se borren las huellas del interrogatorio antes de cualquier cosa.

Sí, jefe.

El subordinado se retiró, al momento en que la secretaria traía el periódico. Ya en la soledad de su despacho, el Alcalde, café en mano, se dispuso a enterarse de las noticias frescas, como titular aparecía que los líderes políticos españoles habían concedido la Medalla al Mérito Humano, Económico y Social al Presidente del Partido Demócrata, principal opositor del POC a nivel nacional, la noticia le puso de muy mal humor, así que para cuando le fue presentado el documento con la firma de los tres activistas internacionales:

Señorita, convoque a una rueda de prensa, - ordenó a la secretaria, - para dentro de una hora, que todo esté dispuesto en los bajos de Palacio, y que se anuncie por el megáfono, para que se acerque todo aquél que quiera presenciar lo que ahí se va a decir.

Colgó el teléfono y le dijo a su subordinado,

Ya has oído, dentro de una hora presentamos el documento y a los tres firmantes, así que manda agentes suficientes para acordonar el área y más atrás, para que no entren los revoltosos, que ni se acerquen siquiera, con discreción, por favor, que estará aquí la prensa.

Todo estaba dispuesto, y ahí, reunidos en los bajos de la alcaldía estaban tres policías custodiando a los extranjeros, el Alcalde y todo el Cabildo delante de los representantes de los medios de comunicación que acudieron a la convocatoria. El jefe de la alcaldía tomó la palabra:

Buenos días, quiero agradecer a todos los medios que hayan acudido a esta rueda de prensa que tiene como finalidad informar sobre los eventos ocurridos ayer con mis queridos compañeros los campesinos productores del cacahuate. Para mí y para toda la gente que venimos del POC fue un duro golpe al corazón de nuestra ideología, de nuestros principios de justicia social. Gran extrañeza nos causó la inesperada protesta del campesinado cacahuatero, y éste, como es un gobierno comprometido con las causas del pueblo, tuvimos a bien, acercarnos a los manifestantes para poder entender lo que les inconformaba. Con gran sorpresa pudimos descubrir la injerencia de intereses extranjeros mezquinos.

Con el documento arrancado a los tres muchachos en la mano, se dispuso a leer su contenido, entre el público estaban los dos hombres Arámburu, los mantequeros y Chío, crucifijo en mano, por falta de chaperón o carabina que salvaguardara su virtud.

Chío escuchaba con atención y con indignación el documento, Chava estaba verdaderamente furioso ¿cómo se atrevían esos tres extranjeros venir a mal aconsejar a nuestros pobrecitos mesticitos para ir en contra de sus propios intereses? El torero aficionado y aspirante de abogado miraba detenidamente a los tres rubios flacuchos y altos.

El resto del público estaba más centrado en lo que leía el alcalde que lo que sucedía alrededor, pero Chava tenía a flor de piel el sentido de la orientación y la intuición de los buenos toreros muy bien cuajados, se quedaba con la cara de los tres muchachos, de pronto advirtió un gesto en uno de ellos que disimuladamente trataba de decir algo a alguien del público. Los ojos del extranjero estaban muy abiertos y negaba con la cabeza en forma breve y disimulada, imperceptible para el común de los mortales ahí reunidos.

Chava, al advertirlo siguió la dirección a la que miraban los ojos del extranjero, y lo que descubrió no se lo creyó, miraba al Rojo que se dirigía decidido hacia donde estaba el orador, el extranjero, con la mirada angustiada le decía con la cabeza que no, el rostro del Rojo era iracundo ¿qué estaba pasando? ¿Por qué ese extranjero miraba al Rojo? ¿Le conocía? ¿Tenía miedo de que el Rojo hiciera algo? ¿Qué podía hacer el Rojo que angustiara tanto al extranjero?

De pronto, también los otros dos miraron al Rojo y le pareció que también ellos trataban de decirle o advertirle sobre algo; el Rojo se detuvo, se quedó en silencio mirando la rueda de prensa con el rostro tenso y visiblemente colérico, Chava se preguntaba si estaba iracundo por lo que habían hecho los tres extranjeros en contra de “los intereses nacionales” o por otra cosa ¿será que estos trataban de decirle algo? Chava no entendía nada, pues el Rojo estaba plenamente identificado como aliado del Alcalde y del POC.

El alcalde terminó de leer el documento y entonces abundó:

Como ve estimado y noble pueblo, otra vez estamos ante la peligrosa intervención extranjera, estos ciudadanos venidos de las potencias mundiales, que nos tienen pisados y que les molesta que la voluntad popular haya elegido a un gobierno progresista, comprometido con el bienestar de la gente y con su lucha para salir adelante, quieren impedir la independencia absoluta de nuestro país.

Y señalando a los tres aludidos continuó:

Para no variar, tenemos a un ciudadano estadunidense, que se quiere adueñar de nuestro país, a un español, que todavía no entiende que la guerra de Independencia la ganamos nosotros, que ya no pueden venir a esclavizarnos, y como no lo entienden, vienen a hablarle a nuestros pobres campesinos que tienen un alma blanca para hacerles comulgar con ideales que van en contra de sus propios intereses.

Hábilmente, el alcalde evitó aludir a la nacionalidad del griego, pues no encontró algo que recriminarle a la patria helena, como tampoco era conveniente hacer alusión a sus orígenes atenienses y espartanos porque en su ignorancia, no podía establecer relación entre la cultura helénica con la historia del país, ó más bien, no encontró afrenta por parte de los compatriotas de Sócrates a la nacionalidad de la Región Maya, así que decidió que lo mejor era pasarlo magistralmente por alto, continuando con su discurso libertador.

Los tres exhibidos aguantaban estoicamente la andanada de infamias y mentiras, los rostros de indignación y miradas de odio de los presentes, se dirigían hacia los tres rubios, sólo a Chava le intrigaba los sentimientos del Rojo, estaba visiblemente iracundo ¿pero lo estaba por lo mismo que él o por algo que no lograba descifrar?

De todas formas, Chava observaba verdaderamente con animadversión a los tres muchachos, mirándoles fijamente a la cara le enfurecía más el silencio que guardaban con la cabeza en alto. Pensaba que por si fuera poco todo el mal que habían hecho, los muy cínicos se sentirán orgullosos de su gran hazaña, - “malditos”, - pensó, mientras el alcalde estaba a punto de dar por concluida la rueda de prensa.

Quiero, que mis queridos campesinos y mi amado pueblo estén tranquilos, su Alcalde y el POC velará por los intereses de todos nosotros, no nos dejaremos mangonear por la mano mezquina ni de Estados Unidos ni de la otrora Metrópoli, seguiremos luchando por nuestra plena independencia, tanto política como económica. Y para demostrarles que somos un país avanzado, les daremos un trato humano, no como el que los estadunidenses le dan a nuestros paisanos que van a su país a ganarse la vida honradamente, nosotros sí somos respetuosos de los derechos fundamentales, les daremos un justo y legal retorno a su país en forma digna, no como deportan ellos a nuestros connacionales.

Con esto, el Alcalde dio por terminada la rueda de prensa en la cual no hubo apartado de preguntas y respuestas tal y como pidió cortésmente su convocante, pues los acontecimientos ameritaban celeridad y sabía que contaba con la comprensión de todos.

Tanto la prensa como los asistentes, formado exclusivamente por la gente de  clase media y alta, por supuesto, y la gente humilde que no estaba involucrada en el sector del cacahuate, aplaudieron el discurso de la autoridad y poco a poco, fueron disolviéndose. Chío y Chava se fueron cada uno por su lado, todos comentaban lo presenciado, mientras Chío caminaba rumbo a casa, escuchaba la conversación de dos muchachas que caminaban detrás de ella.

- Ay qué lástima, ¿cómo se les ocurre que pueden venir a armar alboroto aquí? Con lo pacíficos que son nuestros mesticitos, quién lo iba a decir, esos tres muchachos, tan guapos.

 Ay sí, a mí el que me gustó es el español, parece artista.

Sí, y los otros dos tampoco cantan mal las rancheras, qué lástima que hayan hecho lo que han hecho y que por eso se tengan que ir.

Chío las escuchaba y sonreía con la cabeza agachada para disimular lo que le divertía la conversación.

En el despacho privado del Alcalde, se daba una nefasta orden:

 Ahora sí, comandante, - dijo al Jefe de la Policía, - agarren al español y denle una buena calentada como para que aguante que llegue el invierno hasta que acabe.

- ¿Y a los otros dos?

No a esos sácalos ya.

¿Y no nos meteremos en líos con España, jefe? A lo mejor se molestan en la Capital.

Mira,- dijo el alcalde mostrándole la nota periodística en donde el político opositor recibía el galardón ibérico, -¿ves? Nos odian porque somos de izquierdas y progresistas.

Si, oiga, este de aquí ¿no es el que estuvo con nosotros en la última reunión de la Internacional Socialista? – preguntó el subordinado señalando a alguien en la fotografía periodística.

Claro que es él, el muy traidor, lambisconeando a la derecha de su país y a la de aquí. El muy traidor, por eso les vamos a mandar a todos esos politiquillos su mensajito, calienta bien a ese, que sepan estos que tenemos dignidad, manga de malagradecidos, les permitimos la entrada de sus empresas para que exploten nuestros recursos naturales y van y le agradecen al idiota opositor, ¿se creen que nosotros les damos menos de lo que ellos les darían o qué?

Pierda cuidado jefe, el mensaje será claro y contundente.

Bueno, ya sabes, que los otros dos no se comuniquen, los expulsas por separado, pero a la voz de ya, que no los toquen, y al otro, cuando ya no se le note nada, lo mandas a comer paella, y mientras tanto, que no lo vea nadie.

A sus órdenes.

Ah, por cierto, ¿qué constancia hay de la aprehensión de los tres?

Pues me parece que solo un pequeño interrogatorio rutinario.

 Cerciórate, si hay algo, que se destruya, no debe haber ninguna evidencia oficial.

¿Y los testigos?

Los testigos son los mismos alborotadores, ya sabes, a la opinión pública se les presentarán como delincuentes o terroristas, y quién sabe si hasta narcos, su palabra no vale nada.

El policía se retiró a cumplir la orden. Ya en su oficina, ordenó a otros dos, de los que él conocía como los más duros, que llevaran al español a la sala de interrogatorios. El español, sin pronunciar palabra, contenía la rabia esperando los trámites rutinarios su deportación, y trataba de asimilar que por el momento lo único que le quedaba era colaborar para recuperar la libertad. Después, ya vería lo que había qué hacer.

La puerta se abrió y entró un policía más con una de las tres muchachas que habían sido apresadas.

¿Todavía no la soltáis? Pero si firmamos ya el papel, ya nos van a echar a nosotros, ¿por qué la retenéis? Ese no fue el acuerdo.

 Ábrete la bragueta.

¿Para qué?

El policía arrodilló a la muchacha frente al español

Que te la abras, -ordenó cortando cartucho y apuntando en la sien femenina.

No, por favor, no la humilléis así, no os ha hecho nada.

O te abres el pantalón, o se muere ella.

Mátame a mí si quieres, déjala, lo que haces no tiene razón de ser, no hay nada qué lograr con eso.

¿No? Sí que lo hay, ésta abrirá los ojos y verá de lo que eres capaz y aprenderá a no fiarse de gente como tú.

Pero si ella misma está viendo que nos estás obligando, no te servirá para lo que tú dices. Déjala ir, si yo ya he firmado todo lo que habéis querido ¿qué más queréis?

Ya me fastidiaste güero, desabróchate o me la trueno.

Leopoldo pensaba que no se atreverían a tanto, sin embargo, el policía ordenó,

 Llévatela, te la truenas en el monte y desapareces el cuerpo.

El policía que custodiaba a la infeliz, empezó a conducirla hacia la puerta.

¡No!, - gritó Leopoldo, - está bien, haré lo que me dices.

Perdiste tu oportunidad güerito, ¡llévatela!

 ¡No, por favor! Hago lo que queráis, por favor.

¿Qué hago? Me la llevo ¿o qué?

Está bien, les daremos la última oportunidad, pero rapidito, que ya perdimos mucho tiempo con tus idioteces.

Leopoldo, el español, se abrió la bragueta del pantalón y con mirada acongojada le dijo a la muchacha que ya la tenían de rodillas frente a él.

Perdóname, por favor, no sé lo qué hacer para evitarte esto.

Los dos, con el rostro empapado en lágrimas, empezaron dolorosamente a cumplir con el mandato policial. La pena, la vergüenza y el miedo cumplieron el cometido de Leopoldo, de no reaccionar como hubiese reaccionado en circunstancias normales. Después de un rato, la forzada actividad sexual fue interrumpida por las carcajadas de los policías.

Uy, es cierto, no es un tópico, los españoles son cancalaces.

Pues sí, no se le puede echar la culpa a la chamaca, porque a mí me consta que conmigo sí funcionó.

Entre burlas se llevaron a la muchacha, Leopoldo, con la cabeza agachada, no podía evitar echar lágrimas de impotencia. Un policía entonces le dijo.

 No te preocupes güerito, eso no te volverá a pasar, aquí te vamos a curar la mariconería.

Leopoldo no contestó, pero no le parecieron palabras de buen augurio, estaba verdaderamente asustado ¿qué estaba pasando? ¿Por qué no lo soltaban ya? Y Andreas y Gary ¿en dónde estarán? ¿Estarán pasando por lo mismo?

Tráete la escoba, con un palo muy largo, resistente, para que podamos barrerle la jotonería a éste.

Seguro que en comparación de cómo quedó el de Leopoldo, el rostro de Jesucristo terminó mucho más reconocible después del martirio; lo que hicieron con el supuesto invasor malintencionado azuzador de campesinos no lo merecía ni Hitler. Molido a palos y a violaciones lo dejaron hecho un harapo en una celda, incomunicado todo el tiempo hasta que no quedaron huellas visibles del tormento y sólo entonces, lo expulsaron del país.

En el tiempo que estuvo recluido, lo único que pudo averiguar mediante un guardia que parecía no ser tan ruin como los otros que le habían torturado, es que la muchacha campesina, compañera de dolor en ¿qué era? Interrogatorio, castigo o escarmiento, estaba en su casa, pero no pudo averiguar nada de sus dos amigos, y por supuesto, ni loco que estuviera para preguntar por el Rojo, sabía que si le involucraba, al infeliz le tratarían peor de lo que lo hicieron con él, ya averiguaría lo que fue de todos ellos.

Entre la fecha en las que constaba el supuesto descubrimiento de conspiración internacional, probado por la fecha de publicación de la rueda de prensa y la fecha de deportación, había un largo periodo de tiempo, lo cual, se le ocurrió a Leopoldo que iba a ser de gran utilidad en la demanda que pensaba poner en contra de las autoridades responsables de todo esto. Pensó en esa posibilidad y logró ponerse un poco en paz.

Los campesinos también recibieron “su merecido”, muy bien recibido por cierto, que muchos se fueron del pueblo, y a los otros, no les quedó ganas ni de que las tripas les chillaran alto, para que no se las oyeran los policías.

Dicen que la policía les dio un escarmiento a los de la protesta cacahuatera, - Informó Don Salvador a su hijo.

 ¿Qué escarmiento?

Parece ser que les dieron alguna calentada para que no dejaran que vinieran gentes extrañas a inculcarles ideas extranjerizantes.

No me alegro, pero ellos se lo buscaron, se les hizo fácil andar de revolucionarios.

Sí, luego algunos anduvieron llorando como maricones, ¡valientes revolucionarios!

Y a los extranjeros, ¿qué hicieron con ellos?

Los expulsaron del país.

¿Nada más? ¡qué barbaridad! Después de que ellos fueron los instigadores de los pobres campesinos ignorantes, se fueron impunemente.

Este gobierno arrodillado a los países ricos.

Bueno, pero al menos, parece tener las ideas más o menos claras en lo que se refiere a la política económica que más conviene al País.

Sí, si sigue así, nosotros no obstaculizaremos su labor; ahora, cuando vengan las siguientes elecciones, trataremos de que el Partido Demócrata vuelva al poder, estos rojos solamente lo inmoralizan todo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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